lunes, 27 de diciembre de 2010

Cerrando los ojos no sirve aplaudir

Las luces se apagaron por segunda vez y su cabeza volvió a rebotar contra el vidrio. Esta vez más fuerte, como para recordarle que estaba ahí y que tenía que despertarse para poder observar. Era un camino oscuro y peligroso, o por lo menos, así lo sentía. Su cabeza reboto de un lado al otro, del vidrio al hombro de al lado. Del hombro de al lado al vidrio. No pudo visualizar muy bien de quién era ese hombro, si era mujer u hombre, si era niño o viejo. No pudo. Quizás no quiso. Y al abrir sus ojos se encontró frente a frente con la misma oscuridad de la que intentaba escapar antes de cerrarlos. ¿Seguiría dormida?
Su mano se deslizo por su roto bolso y empezó a revolver entre los bártulos que lo llenaban. Nada. Ni una birome, ni una hoja ni nada. Tendría que memorizar todo el recorrido, prestarle demasiada atención para no perder detalle y luego sí, poder anotar. Sacó la mano al tiempo que memorizaba. Era demasiado trabajo para alguien tan cansado, pensó. Igual lo hizo. Memorizo.
Vio unos ojos cargados de perdón pasar por su lado. Los memorizo. Todo, todo quería anotar, era genial. Las luces se prendieron una vez más y volvió a respirar. No se había dado cuenta del miedo que sentía hasta que se dio cuenta que estaba respirando nuevamente. Cuántas cosas puede hacer uno para esconderse del miedo.
Volvió a reposar su cabeza sobre el vidrio, implorando esta vez no encontrarse con un hombro desconocido al despertar.
Se había prometido no repetir la historia otra vez, se lo prometió y se lo grabo. Se lo recordó hasta el cansancio. Pero de tanto en tanto se perdía. Bajaba su barrera y las defensas caían, tenia que agacharse y recopilarlas nuevamente una por una. Armar una gran montaña y volver a colocarlas en su lugar. Para volver a grabarse al fin que ese era su tiempo, y no otro. Ya no sabía si era perseverancia o cruel resignación. También se preguntaba porque tenía que ser cruel la resignación.
Recapitulando, ya había dos cosas que no sabia, la primera era si estaba dormida o despierta y la segunda era el por qué de la crueldad que le estaba adjudicando a la resignación. El destino y su venganza era otra duda. Y mientras esta nueva duda afloraba entre sus pensamientos, su cabeza rebotaba una vez mas entre el vidrio y el hombro, el hombro y el vidrio.
No entendía nada.
Abrió los ojos una vez más y se dio cuenta que las luces se habían apagado nuevamente. El tren iba cada vez más lento, más aun que sus pensamientos y sus intentos de memorizar. Más aún que sus ganas de no repetir la historia una vez más. Empezó a temblar. Se dio cuenta que el miedo la estaba alcanzando, no sabia como escaparle ahora, ya que quien se encontraba a su lado impedía una gran corrida que estaba planificando. Respiro hondo. Sus ojos se deslizaron hacia su brazo derecho y visualizo la paz que estaba esperando. La encontró. La sintió. Por el reflejo del vidrio veía calles oscuras pasar, pequeñas fogatas armarse a los costados de la vía, como esperándola. Sabían que estaba ahí, sabían que las iba a mirar. La gente pasaba sin respirar, sin detenerse a oler su miedo, sin detenerse a sentir sus penas ni su olor.
Se acomodo como pudo en el asiento, intentado no molestar a ese hombro que la encerraba contra el vidrio.
Volvió a mirar.
Y vio esta vez que lo estaba haciendo, que la historia no tenia por qué ser otra. Que las cosas pasaban porque ella así lo permitía. Esa sensación la encerró aún más. Se sintió totalmente apretujada, apabullada, sin encontrar ni la entrada ni la salida. Tenia que encontrar el nudo exacto para poder cortar. Y no lo encontraba. No lo encontraba. Quería levantarse e irse de ahí. Pero al mismo tiempo había algo que la ataba, que no le permitía salir corriendo y olvidarse de todo una vez más. Ni las lágrimas tenían pase libre ya para correr sin sentido y deslizarse por su tobogán.
Sepa entender usted que este cuerpo también siente, que no es una pared contra la cual apoyarse y nada más. Se siente inentendido, se siente poco protegido, tiene tan solo una persona luchando por él y no alcanza, porque si se rebela se encuentra con soledad. Se olvida de la paz y se va corriendo hacia allá, atrás de la repetición, para sentir la protección.
Y quizás el final de esto ya está dado y tan sólo se suman palabras para decorar el nudo no trascendental que está a punto de socavar. Si se analizara palabra por palabra no tendría ni sentido todo lo aquí esbozado.
Pero qué sentido tiene analizar lo perceptible, si tan solo es perceptible y ya. Y se termina así, como se termina uno de levantar. Sintiendo cómo cada músculo vuelve a despertar, como los dedos vuelven a andar, como la cabeza carbura una vez más, y entonces se da cuenta uno de que el sueño no soluciona nada. Que quizá hasta más problemas trae. Y asumió definitivamente y al fin que era tan mala para los finales como para los títulos, que era tan mala para intentar escapar del encierro como para intentar dormir cuando hay miedo y no sueño. Que el tren iba a parar, ella se iba a bajar y este volvería a arrancar. Y ya.
Se sacudió un poco al despertarse una vez más, y notó que la sensación de ojos que no se pueden abrir que su sueño manifestaba era el puro reflejo de su efímera realidad. Efímera si, pero mientras esto durara. Al bajarse, sería otra la realidad, y la repetición y todo lo demás la perseguirían hasta el final.
Era mala, muy mala para los finales, pensó.
Quizás por ahora. Sonrió. Bajo, y camino. Para eso si era buena.


M de MARINA.