jueves, 20 de mayo de 2010

Saberes de una casa estancada, donde soñar no cuesta nada
Se hallaba allí parad observando el derrumbe constante de un sueño mal soñado, de un mundo desinflado, de un gol ayudado.
Y lavaba los platos mientras rápido se apuraba., mientras rápido enjuagaba, acomodaba y escurría, mientras la pava intentaba empezar a burbujear entre el agua y el sarro para el café calentar y así algún que otro pucho fumar. Y se apuraba por que las ideas se le venían encima, ¡lluvia de cascotes!, gritaban las ideas desde allí arriba, hasta que se le abrió por ahí cerca, rozando su ceja, el mueble de arriba, y la idea cayó.
Y después fue cuando se paró observando, o se paró a observar, u observando fue que se paró. Da igual. Lo importante son los verbos, benditos serían si mal se conjugarían.
Y entonces se puso a observar.
Y entonces se puso a parar
¿Existe quizás?
La pava empezaba a sonar, bien sabía ell e que era pura fachada el ruidito de la pava, porque el sarro siempre jugaba a asustarl, le gustaba ver correr a la familia, ver gritar, ¡hierve el agua! Y que como zombis pegadizos todos se adueñaran de su manga. La abrazaran y se quemaran. Jajaja se reía la pava, y cómo se divertía entonces la pava, asustando a quien pasaba, y después volvía a su lugar, y su colita calentaba. Y ahí entonces cando quemaba ya nadie le creía. Pero todos siempre volvían a gritar, ¡hierve el agua! Y de nuevo a empezar, la pava se vaciaba de sueños sobre algún que otro termo, sobre algún que otro colador, o sobre algún que otro artefacto que decidiera ser usado en ese momento. Es que no se conocían bien los instrumentos, y entonces cuando hervía el agua shshhshshs hacia el fuego. Y todos corrían, como ahora, alertos.
Y la pobre pava se reía, jugaba un poquito a la mañana, un poquito a la tarde, y en alguna que otra madrugada era despertada por alguna mano insomniada. Algo solía abrazarla fuertemente, darle mucho calor y mirarla hasta ojearla. Bien se sabía la pava amiga incondicional. La mejor quizás. Si su bocota hablara, quizás los saberes de esa casa estancada, donde soñar no cuesta nada, serían al fin bien sabidos, esparcidos por el viento de su grito veloz, porque bien meditaba ella antes de entrar su profundo sueño nocturno que a ella sí la iban a escuchar, ¡era una pava!, ¿a quién no le interesa charlar con una hermosa y delicada pava?, era linda y educada. Eso sí que lo sabía. Y siempre meditaba así, y se dormía. Y en alguna ocasión una mano la abrazaba, unos ojos la miraban, y entonces sus orejas tenia que bien parar, por que alguna charla muda se venía. O no, quizás baja ell e y la charla era hablada, pero ella no, a ella sólo le tocaba escuchar.
Pero de tanto en tanto, la dejaban oponinar. Cómo les gustaba pedirle consejos a la pava. Y así que así, así que mal, así que bien, su vida pasaba. Y entre abrazos, y llantos escondidos y tapados de algún sueño perdido, su vida pasaba.
Es que en esa casa soñar no cuesta nada, y ell e pensaba que desde la luna algún día podría saludar a ell e mayor, y con eso se divertían en las noches de comida, recordando viejos sueños no cobrados, pero tampoco cubridos, por que desde la luna no se ve a esta casa. Y desde la casa no se ve la mano que saluda desde la luna
El derrumbe todavía no llego a llegar, entonces deben quedar quizás, le dice pava, en esa última noche de sueños no soñados que ell e pasó a su lado, deben quedar, quizás, sueños más por soñar, y los saberes de la casa derrumbada entonces pueden estarse levantando.
Y acá no hay verbos ni palabras que valgan. Ni signos de puntuación bien elegidos. Y menos que menos gente personificada, no hay el ni ella. No hay correspondencia. Por que ¿quién no hablo alguna vez con su pava? Y ahora ella, ella si es la pava, linda pavita, desde la luna saluda con su manita, y lo logró. Fue escuchada.

viernes, 14 de mayo de 2010

Instrucciones para mirarse al espejo


Ante todo debe saber que lo que va a ver es imposible de precisar: los intrusos que lo esperan del otro lado de esa extraña pared son muchos y muy diferentes entre si. Le puede tocar el intruso dormilón, ojeroso y despeinado, al que le encanta molestar bien temprano por la mañana; o tal vez lo visite el intruso ansioso, que se muerde el labio todo el tiempo y lo mira fijamente a los ojos buscando una respuesta a lo que lo preocupa. Cada tanto seguramente reciba la grata visita del intruso radiante, bello, vanidoso, al que instantáneamente le sonreirá cuando lo despida antes de una fiesta.

Sea cual sea el intruso que le toque en suerte, puede que le haga perder la paciencia. Tienen la maldita costumbre de imitarlo en todo lo que hace. No solo eso, sino que además no manejan los mismos códigos que usted y yo: si les guiña el ojo izquierdo, guiñaran el derecho. Aman llevar la contra.

Con esta presentación seguramente debe pensar que es muy difícil lidiar con los habitantes del espejo, pero serénese. La clave está en el buen trato. Simplemente sonríales. Si, con eso alcanza. Sonríales aunque tenga un mal día, sonríales aún cuando vea lágrimas correr por sus mejillas, sonríales por más que intenten asustarlo apretando los dientes y crispando los puños (cuando se enojan son particularmente desagradables). Posiblemente se le haga costumbre y no pueda evitar saludarlos en donde sea que aparezcan: como usted sabe, suelen abandonar por un rato el espejo y pasearse por el agua, por las ventanas e incluso se echan despreocupadamente en ciertos utensilios de cocina. Tarde o temprano descubrirá los múltiples beneficios de tenerlos cerca: son expertos consejeros en cuanto a ropa, nadie mejor que ellos para hacerles notar lo que mejor les queda. Escuchan en silencio desde una lección de literatura hasta una canción, con actuación y cepillo a modo de micrófono incluido. Ríen a carcajadas si les hace muecas, y las devuelven con gusto para hacerlo reír.

Por supuesto habrá días en que no querrá verlos, o en que al mirarlos sienta que no le gustan, que preferiría no mirarlos, que rompería con gusto el cristal que es su hogar. Pero píenselo bien, vale la pena darles una oportunidad. Recuerde que va a pasar toda su vida con esos intrusos. Lo mejor es que se hagan buenos amigos.