lunes, 27 de diciembre de 2010

Cerrando los ojos no sirve aplaudir

Las luces se apagaron por segunda vez y su cabeza volvió a rebotar contra el vidrio. Esta vez más fuerte, como para recordarle que estaba ahí y que tenía que despertarse para poder observar. Era un camino oscuro y peligroso, o por lo menos, así lo sentía. Su cabeza reboto de un lado al otro, del vidrio al hombro de al lado. Del hombro de al lado al vidrio. No pudo visualizar muy bien de quién era ese hombro, si era mujer u hombre, si era niño o viejo. No pudo. Quizás no quiso. Y al abrir sus ojos se encontró frente a frente con la misma oscuridad de la que intentaba escapar antes de cerrarlos. ¿Seguiría dormida?
Su mano se deslizo por su roto bolso y empezó a revolver entre los bártulos que lo llenaban. Nada. Ni una birome, ni una hoja ni nada. Tendría que memorizar todo el recorrido, prestarle demasiada atención para no perder detalle y luego sí, poder anotar. Sacó la mano al tiempo que memorizaba. Era demasiado trabajo para alguien tan cansado, pensó. Igual lo hizo. Memorizo.
Vio unos ojos cargados de perdón pasar por su lado. Los memorizo. Todo, todo quería anotar, era genial. Las luces se prendieron una vez más y volvió a respirar. No se había dado cuenta del miedo que sentía hasta que se dio cuenta que estaba respirando nuevamente. Cuántas cosas puede hacer uno para esconderse del miedo.
Volvió a reposar su cabeza sobre el vidrio, implorando esta vez no encontrarse con un hombro desconocido al despertar.
Se había prometido no repetir la historia otra vez, se lo prometió y se lo grabo. Se lo recordó hasta el cansancio. Pero de tanto en tanto se perdía. Bajaba su barrera y las defensas caían, tenia que agacharse y recopilarlas nuevamente una por una. Armar una gran montaña y volver a colocarlas en su lugar. Para volver a grabarse al fin que ese era su tiempo, y no otro. Ya no sabía si era perseverancia o cruel resignación. También se preguntaba porque tenía que ser cruel la resignación.
Recapitulando, ya había dos cosas que no sabia, la primera era si estaba dormida o despierta y la segunda era el por qué de la crueldad que le estaba adjudicando a la resignación. El destino y su venganza era otra duda. Y mientras esta nueva duda afloraba entre sus pensamientos, su cabeza rebotaba una vez mas entre el vidrio y el hombro, el hombro y el vidrio.
No entendía nada.
Abrió los ojos una vez más y se dio cuenta que las luces se habían apagado nuevamente. El tren iba cada vez más lento, más aun que sus pensamientos y sus intentos de memorizar. Más aún que sus ganas de no repetir la historia una vez más. Empezó a temblar. Se dio cuenta que el miedo la estaba alcanzando, no sabia como escaparle ahora, ya que quien se encontraba a su lado impedía una gran corrida que estaba planificando. Respiro hondo. Sus ojos se deslizaron hacia su brazo derecho y visualizo la paz que estaba esperando. La encontró. La sintió. Por el reflejo del vidrio veía calles oscuras pasar, pequeñas fogatas armarse a los costados de la vía, como esperándola. Sabían que estaba ahí, sabían que las iba a mirar. La gente pasaba sin respirar, sin detenerse a oler su miedo, sin detenerse a sentir sus penas ni su olor.
Se acomodo como pudo en el asiento, intentado no molestar a ese hombro que la encerraba contra el vidrio.
Volvió a mirar.
Y vio esta vez que lo estaba haciendo, que la historia no tenia por qué ser otra. Que las cosas pasaban porque ella así lo permitía. Esa sensación la encerró aún más. Se sintió totalmente apretujada, apabullada, sin encontrar ni la entrada ni la salida. Tenia que encontrar el nudo exacto para poder cortar. Y no lo encontraba. No lo encontraba. Quería levantarse e irse de ahí. Pero al mismo tiempo había algo que la ataba, que no le permitía salir corriendo y olvidarse de todo una vez más. Ni las lágrimas tenían pase libre ya para correr sin sentido y deslizarse por su tobogán.
Sepa entender usted que este cuerpo también siente, que no es una pared contra la cual apoyarse y nada más. Se siente inentendido, se siente poco protegido, tiene tan solo una persona luchando por él y no alcanza, porque si se rebela se encuentra con soledad. Se olvida de la paz y se va corriendo hacia allá, atrás de la repetición, para sentir la protección.
Y quizás el final de esto ya está dado y tan sólo se suman palabras para decorar el nudo no trascendental que está a punto de socavar. Si se analizara palabra por palabra no tendría ni sentido todo lo aquí esbozado.
Pero qué sentido tiene analizar lo perceptible, si tan solo es perceptible y ya. Y se termina así, como se termina uno de levantar. Sintiendo cómo cada músculo vuelve a despertar, como los dedos vuelven a andar, como la cabeza carbura una vez más, y entonces se da cuenta uno de que el sueño no soluciona nada. Que quizá hasta más problemas trae. Y asumió definitivamente y al fin que era tan mala para los finales como para los títulos, que era tan mala para intentar escapar del encierro como para intentar dormir cuando hay miedo y no sueño. Que el tren iba a parar, ella se iba a bajar y este volvería a arrancar. Y ya.
Se sacudió un poco al despertarse una vez más, y notó que la sensación de ojos que no se pueden abrir que su sueño manifestaba era el puro reflejo de su efímera realidad. Efímera si, pero mientras esto durara. Al bajarse, sería otra la realidad, y la repetición y todo lo demás la perseguirían hasta el final.
Era mala, muy mala para los finales, pensó.
Quizás por ahora. Sonrió. Bajo, y camino. Para eso si era buena.


M de MARINA.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Y unas sábanas chorreando le da por pintar

Orgullosa de haber sido una yegua sin freno, desgastada de andar por el suelo. Pobre suelo, cuanto se lo desmerece sin pensar que es el paso previo a tomar envión y llegar a las nubes. Y en las nubes te perdés y flotas y sin darte cuenta te despertás en el vagón de tren, y ya llega tu estación, y ya hay que bajar porque así son los viajes. Como habrá sido tu viaje, pseudo muñeca de trapo rota, que acá estas con la una sonrisa que se esconde tras el vaso. Vos siempre sonreís de un modo u otro. Y cuando toca llorar, muy pocas veces, es un llanto imperceptible, y lo ahogas en la almohada con un blues de fondo. Y ese corazón es de piedra tantas noches, y tantas otras es de mimbre y se dobla antes que partirse porque, claro está, partirse no es una opción, nunca lo fue. Sos un soldadito de plomo, una pequeña gran gigante, y que más da pisar en falso alguna vez.
Aprendiste como pocas que la piel no se compra, ni se vende, ni se puede encarcelar y cuando pide, pide, y no hay más vuelta que darle. También aprendiste que no hay más compás que seguir que el del propio instinto, que no suele equivocarse. Y que no hay cadenas que te aten cuando salís a la calle irradiando tu luz, y que la felicidad es una elección, y que arrepentirse es un gasto de energía que no podes permitirte. Y que los cuentos de hadas duran un suspiro y acá estas vos princesa, veinticinco mil suspiros después, masticando las paredes de azúcar del laberinto. Te olvidaste de que sabías llorar y soltaste carcajadas a la realidad absurda, al viento que te arrancó de pie, al ardor incandescente entre tus huesos, al chocar contra lo que ya no es. Bien dice el tango que primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento. ¿Qué culpa tiene de que hayas aprendido al revés?
Sabes que no sabes escribir, sino que te quitas la armadura. Sangras tinta y eso te queda bien. Con una hoja en blanco basta para irse en sangre azulada, negra o del color que sea. Cuando termina quedas seca como polvo de ladrillo y así seguis andando por el suelo una vez más, yegua sin freno, instinto asesino que arrasa con todo, incluso consigo misma. Todas las noches (y esto solo vos lo sabés) te morís y de madrugada renacés, y vas dejando de amar porque ya no hay más remedio. No tiene nada de malo, chiquita, para nada. Pasar por la vida sin un rasguño no tiene gracia mujer. Agradecé las cicatrices, hasta las más profundas, porque te tatuan la piel y se llenan de color en noches como hoy, cuando estas hecha pedazos pero, palabra a palabra, te vas rearmando, reacomodando, más rápido que antes, más rápido que nunca. Porque ser cobarde no vale la pena, y si algo te sobra es coraje y ya esa voz no tiene nada que decirle a tus oídos. Vasos y besos, y a otra cosa y no, no te sorprendas. El mundo se te acaba de caer y ya estas bailando. Cinco minutos fueron necesarios. Te suelto la mano: ya sabes andar sola.

miércoles, 27 de octubre de 2010

No Existe La Garantia Emocional

Cada tanto tenía que luchar con ese fantasma que amenazaba con atosigarla, con ahogarla. Veía en cada persona de ese lugar un alguien que la atormentaba.
Como si en cada persona visible existiera el invisible, en cada mano levantada vislumbraba su mano, en cada zapatilla sus dedos, en cada abrazo, el que le robaron. Y así, sin estar sumergida ya en el dolor intenso que antes le ocasionaba, revivía una y otra vez su historia pasada. Le resultaba difícil convivir con ese fantasma que intentaba ahogarla, que pretendía sujetarla hasta el último grito y no dejarla.
Y sin embargo ya no dolía, ya no sangraba, ya no emanaba sudor de ansiedad ni lágrimas equivalentes a un temporal; De esos en los que es necesario evacuar a todos y cada uno de los respectivos habitantes de su cuerpo devenido en ciudad. Sus ojos se reposaban en todos y en cada uno de los que veía pasar, creyendo, y hasta en el fondo deseando, verlo caminar. Chocar sus caras una vez más y ver que era real Que el dolor desaparece tanto en las ideas como en la realidad. Que al fin y al cabo la dualidad termina por ceder, que no puede vivir en el extremo constantemente, que se deja llevar, ganar, y unirse en su verdad. Pero nunca era él, eran sombras similares que su mente creaba para intentar desviarla. No podía conceder el hecho de verla entera, de verla bien. De sentirla con total conciencia de su contingencia, sabiendo que se iba a acabar, que en algún momento todo llegaría a su final. Y con eso sobrevivía día a día, sin dejarse molestar por los fantasmas egoístas que con ella vivían. Sabiendo que cada sombra era un símbolo de su maldad. Que contra todo podía y que nadie la vencía. Y esto la asustaba, se sabia capaz de, e incapaz de también. De que no se. Pero lo sabía. Lo sentía. Y nada mas le importaba. Contra ella nadie podía, una vez resurgida sabía muy bien que no iba a volver a caer en sus cenizas. Y eso les molestaba. Y los fantasmas danzaban a un compás desvariado, ruidoso, molesto, fastidioso, con osos y todo. Y así sonreía, entonces ella les sonreía, y con su risa los destruía. Era grande, brillante, sincera y reía.

viernes, 8 de octubre de 2010

Y un buen día lo puse ahí, entre la caja de los apuntes y la bolsa de dormir, bien tapadito. No le resultó fácil aceptar mi decisión. Las primeras tres noches lloró desconsoladamente. Cada tanto volvía a preguntarme por qué lo había dejado ahí, y yo respondía una vez más: “Porque no me dejas ser”. Pero seguía ahí, latiendo escandalosamente, llamando mi atención, y yo tan fría y desalmada lo dejé escondido. Tarde o temprano el iba a entender de mi necesidad de ser un cuerpo con instinto, un animalito herido buscando purgarse, sanarse, liberarse.

A ella conseguí hacerla callar. Hablaba sólo cuando era indispensable, y levantaba la mano para pedirme permiso. La dejaba opinar cada tanto, pero ya no tenía la última palabra: esa última palabra era mía de ahora en más, yo decidía, yo elegía, yo era mi dueña. No ella, que siempre pone trabas y peros y que, paradójicamente, no entiende de razones. Con él encerrado y ella en silencio, por fin, se habían ido las culpas y los miedos. Más mujer que nunca (tan pendeja como siempre), le dije adiós a esa porción de mí, podrida de latir bajo mi cama, y me fui. No lloró, no hubo respuesta. Habrá entendido que era feliz sin su presencia.

Impúdica, animal, sin pedigree, me dediqué a llenar mis días de deseos cumplidos, de momentos de gloria en frasco chico, de ilusiones. Sin promesas, sin proyectos, sin razones. Era, y sigo siendo, instinto en su estado puro, entregada a la satisfacción de mi alma sobre la que pesaron tantas cadenas. Al principio no fue fácil: no hacía otra cosa que lamerme las heridas, tan profundas que la punta de mi lengua apenas alcanzaba a remover la sangre. Como todo animal herido, reaccionaba violentamente a la proximidad de otros que no fueran mis pares. Arisca, rebelada, estallando a cada minuto, a cada segundo, desconcertando a cazadores y a presas por igual. Me pasaba las noches purgando ese espíritu lleno de cicatrices con vasos y besos, con humo y calor, y sangrando tinta, que hasta ahora es el método más eficaz que encontré para escupir el veneno.

Después de un tiempo, dejó de doler. No del todo, por supuesto. Pero dejó de quemar en las entrañas para pasar a dar puntadas, muy cada tanto, cuando las defensas estaban bajas. Entonces la parte rabiosa de este nuevo ser que soy se aplacó, se durmió profundamente, dejando que ese instinto que ahora no tiene barreras se entregara a la vida con más comodidad, sin que otros pagaran el precio de la purga, de las noches sin dormir, de la ausencia. Este animal ya no teme. Es el miedo el que le teme esta vez, porque no reconoce en esta cara la misma cara llorosa a la que atacó sin piedad más de una vez. Mi sonrisa lo aniquila, no me ve vacilar y eso le da terror. El miedo ya no existe porque no hay nada que perder. No puedo perder la cabeza, está amordazada y atada a mis pies. No puedo perder el corazón, lo dejé bien seguro entre la alfombra y la madera. Entonces no le queda nada por destruir.

Confieso que a veces me permito pensar y me pregunto a dónde voy, pero me doy cuenta de que no me importa demasiado. Sé que estoy yendo adonde quiero llegar, aunque no sepa bien adonde es. Sólo sé que ahí no han de acompañarme todavía ni el prisionero bajo mi cama ni esa que la juega de sabia pero suele no saber nada. No les toca seguir haciendo daño. Ella está bien como está. Él todavía llora de vez en cuando. No quiero ilusionarlo, porque se tornaría insoportable, y por eso no le digo lo que planee para él. No lo sabe, pero el día que este instinto tan brutal y asesino llegue a ese destino que no sabe ni cómo es, ese día, va a volver a mis brazos, a mi cuerpo, a mi vida. Es torpe, toma malas decisiones, pero sigue siendo parte de mí.

domingo, 26 de septiembre de 2010

El mismo amor, la misma lluvia


Y ahora a celebrar,
a la luz de una estrella vespertina y azul,
la hazaña de estar vivos,
conocerte aquí, todo aquello que fuimos,
ya sabes, en fin,
nuestro pequeño milagro,
mi pequeño milagro.


A veces agradezco ese milagro…A veces me destroza por dentro.

Háblame de tus abrazos, de nuestro amor imperfecto, de la luz de tu utopía, que tu voz tape este estruendo.

Yo me pregunto si será coherente culpar a Ismael Serrano, o a los mates, o a la insanía creciente. Probablemente no, pero sigo pensando por qué será que no duermo. No sé a qué le tengo miedo. No sé que clase de inercia es esta que me agarra frente al monitor, o frente a un libro, o frente a una pared (si, una pared). Y después de mucho pensar…

A veces no puedo dormir, Alicia, y sé que te vas a reír pero ando loco buscando la melodía que te congele en mi abrazo, que te retenga a mi lado.

Me cago en vos Ismael. Yo era Alicia. Bah, no era Alicia. Nunca fui Alicia hasta ahora. Después de caerme por el último y más profundo de los pozos…

Todo es frágil: tu costumbre de amarme, mi fe, el silencio y la vida que duerme en un vagón de tren. Tu contrato fugaz, la memoria, este hilo de voz, las quimeras que surcan estrechos y este corazón que persigue tu rastro en la alfombra de la habitación.

Qué costumbre de interrumpirme que tenés Ismael. Pero sí, soy frágil, ¿y? Ya no me da vergüenza. ¡Cuántas cosas no me dan vergüenza ya! Ahora robo besos sin siquiera sonrojarme porque, total…Los robo porque no son de su boca. Te confieso que a veces me prendo un pucho o dos. No, no lo veo en el humo. No, no me lo recuerda. Ni siquiera yo sé por qué lo hago. Alguna vez me dijeron que no iba a estar sola, Mentía Ismael, y mentía con tu voz.
Hace tiempo que no se por qué hago las cosas, y sin embargo, nada es mejor que este let it be. Sí, debería estar estudiando historia. Si, de vez en cuando tengo miedo. Sí, soy como un animalito que solo obedece al instinto. El instinto…Que muerto estaba el instinto y miralo ahora vivito y coleando, sacudiéndome a su compás. Por lo menos me quedó el instinto, porque si hablamos de corazón, bien muerto está. Y bien enterrado. Y me dan ganas de meter la pata, pero ahí es cuando Cata me tira los brazos y pienso que no necesito que nadie más me los tire.
Como verás, soy un otario más Ismael. Y no me arrepiento. Y volví a ser la que era, así, un poquito más reventada, con un par de rasguños, heridas de guerra muy distintas a las que solían quedarme después de esos combates. Lo que me daba placer ahora me da dolor, ya ves, y aún así me enorgullecen mis cicatrices. ¡Pero claro! Si son la prueba de que no pasé la vida sentada en la comodidad y la seguridad de ser un autómata y no sentir, no latir, no gozar, no vivir. Sentí, latí, gocé, viví y el que no me crea que mire estas ojeras cuando mañana me levante y me interne en los pormenores de la revolución francesa. Al fin y al cabo soy una combinación de militante de la utopía y borracha de fin de semana. Amo ser el huracán, el chaparrón, la melodía, amo ser tantas cosas porque siempre soy algo, nunca soy nada, nunca soy ninguna. Mi amigo diría que estoy “ranting”, porque así somos con el spanglish, y nadie va a entender eso más que él.

Confiesa que me buscaste entre los escombros, en las ruinas del alma

¿Vos decís que me vaya a dormir Ismael? Dijo que me quería libre, y en ese mismo momento me encadenó. Me torturas Ismael, pero no sé. Es como drenarlo de las venas. Después de todo vos también tenés el don de la palabra, y cuantas boludas, perdón, Julietas habrán estado del otro lado de tu papel.

Como la certeza de que no sueñas conmigo, negro era aquel bar…

Y volví, ¿viste? La misma camisa me sonrió y me preguntó dónde había estado, y qué decirle si ni yo sé donde estuve. Fue lindo volver. La noche, la ventana abierta de par en par, el humo, ningún llanto que se acallara de repente porque el futuro incierto, el destino, o como mierda quieras llamar a ese rayo que me partió en dos entró por esa puerta. Ismael le tengo miedo a tus silencios porque no sé lo que puede venir, y me recordás que tengo ganas de sacarme una foto con la estatua de Mafalda que está en San Telmo, a falta de la taza que me dejé olvidada junto con la cordura en vaya a saber que rincón del departamento rozando la playa. Intento imaginármelo y lo veo claro…Tal vez está exactamente haciendo esto, aquello, o tal vez haya ruido en el colchón mientras el mío apenas me sostiene el cuerpo.

Será que el último verano se escapó en otro metro, que en este vagón no sale el sol, que ayer no llamaste por teléfono.

Pero Ismael, no digas pavadas, que en mi vagón no falta nunca el sol, No amigo, no te confundas. Mirá mi sonrisa. Mirame entera. Mirá lo que soy, mirá lo que siento. Es una parte muy chiquita la que necesita de esta clase de…

Gente que miente por un trozo de calor, que reza por que pare el ascensor atrapado contigo

Me haces reír, lo tengo que admitir, aunque interrumpas la cadena de pensamiento. Sabés que necesito la taza de leche caliente para dormir, porque si ya pasaron los 4 es que estoy complicada. En realidad me muero de sueño. No sé por qué no quiero dormir. Es que tengo tantas ganas de todo que no paro, no me desacelero. De correr todo lo que me den los pies, Pero ahora tengo la taza entre las manos y no pienso nada. Aprendí a callarte, cabeza. Y así te empecinás en hacerme llorar Ismael.

Si te vas, los árboles del parque seguirán creciendo, pasará este otoño. Se unirán dos nuevas soledades, se dirán mentiras, seguiremos locos

Un día dijimos (tengo esa costumbre puta de todavía nombrar un nosotros) que los locos éramos los cuerdos del mundo. Ya sé lo que va a pasar cuando me duerma: voy a soñar cosas raras. Puedo levantarme riendo o llorando, ¿y cómo saberlo? Estoy tan envenenada y tan viva, tan feliz. Sí, feliz. ¿O pensaste que no era feliz? No te confundas Ismael, si soy feliz. Es sólo un lento ajuste a la espera.

La ciudad parece un mundo cuando se ama a un habitante

A mi más que un mundo se me hace una pequeña habitación. Lo siento respirar. Callate un poco. ¿Lo oís? Tose un poco a veces. Mejor me apuro a tropezar, a cometer mil errores, a malgastar en cualquier cama lo que se me de la gana (no te ofendas, no sé por qué me acordé de Arjona). Faltan meses, faltan años. A acumular vida se ha dicho. Y no, este insomnio no es nada Ismael. Es sólo que como vos dirías: últimamente, me cuesta tanto, tanto, tanto no…Ese verbo, sí. A dormir.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Santa Rosa y La Canosa


Seria necesario entrar para poder sentir lo que se ve. Lo que solo unos pocos somos capaces de ver, y así poder sentir, por que entramos y pisamos ese lugar. Las paredes que se insertan en la mente cual culo de video match. Pero cuánto más puede dar una pared. Si vieras esos carteles cortarse por la humedad, por alguna mano que quizás lo quiso desgajar, o por el tiempo, que lo corre como a mí, como a vos y como a él. Es un cartel. Y cuánto más que un culo puede dar. Y nadie lo ve. Y nadie lo vende. Sólo unos pocos sin ansias de figurar lo podemos comprar. Y sin un papel que intermedie entre mi mano y él.
Me imagino a sus “boludos” mal modulados, insoportablemente modulados, desmodulados. Moduladamente inmodulables correr de la faringe, laringe, ¡qué esfinge! hasta la lengua, y de ahí como una carrera impecablemente armamentista deslizarse como letras recién encajadas por un niño inexperto por esa lengua que tienen como tobogán. Y de ahí al aire, nada más que una función que desconozco tanto como él y como ustedes. Y salio ese boludo tan insoportablemente in modulado. Y fue producido por la sorpresa de lo desconocido, un lugar deshabitado para ese horario, unos ojos bien abiertos a causa de la desorbitación de la invalidez y de la desazón. Pura palabrería, sólo para decir que la sorpresa a todos nos llega. Y el boludo se puede convertir en un grito de burgués que pretende salir del globo de aire y caer en un lugar en el que su boludo no encaja para bien.
Si se calcula desde una postura, la perdida de tiempo fue realmente extrema, es o podría haberlo sido. Si esto hubiese ocurrido. Dos horas de vaguear, leer un poco acá, escuchar un poco allá, y ni hablemos de mirar, pensar, meditar. Dos horas. No se cuantos minutos, ni hablemos de segundos. La matemática no es algo que pueda negociar.
Si se calcula desde otra postura, puede decirse que se estuvo gestando alguna respuesta a la supuesta perdida de tiempo que otros supuestamente tienen. Por que sólo quieren joderte, dejarte invalidado en panamericana, en corrientes o en tu casa. No todo es lo que se vende, ni lo que se compra, ni mira, ni escucha, ni parece. No todo lo que brilla es oro, no todo es una foto. Si todo es una foto, quiero estar, al lado tuyo. Benditas pastillas del abuelo, gracias por algunas frases bien armadas para el momento justo. Vayamos más allá de las ganas de joder o la vagancia supuestamente impregnada que se adjudica por no correr atrás de la vulnerabilidad del tiempo que se nos da. Por defender algo que no todos ven, por que el cartel desgajado es propiedad invendible de unos pocos. Los baños inundados y las aulas despintadas. Esas paredes manchadas de vida, de ganas de nada. De ganas de todo. Tan simple como plasmar unas ganas. Tan simple como escuchar dos horas a un mono que habla. Esas caras llenas de magia, esos pantalones sucios y gastados. Las zapatillas mal atadas. El sillón que guarda sueños de miles de cabezas que tuvieron la gloria de descansar sobre sus brazos, de esas piernas que estuvieron ahí extendidas, y fueron tapadas por una mano desconocida. Esa comida recién calentada, o recalentada, preparada y pensada. Brindada a unas bocas que solo hablan, que se extienden y muestran sus dientes, que expresan lo que sienten. Ese amontonamiento de gente nerviosa a punto de explotar. Una nube de humo que persigue a todo el que pase, y a nadie molesta, por que existe el respeto. Por que existe la comunidad. Por que existe algo que todos vemos, por igual. Que no se sabe bien qué es, pero está. Esa mano que te extiende un pañuelo, ese hombro que te ve apretujado y evita el golpe, y recibís a cambio una sonrisa cómplice, una mirada agotada. Y unas ganas extremas de que el mundo sea como no es. ¿Por qué te empecinas en que el mundo sea como no es?, por que no me gusta. A mi tampoco. Y no todos entienden las ansias de cambio.
Y quizás que vos putees adentro de tu ataúd metálico por que estás invalidado para correr atrás de algo impuesto, significa algo positivo. O algo negativo. Pero algo se está movilizando. Habría que abrir más los ojos y ponernos un poco en el lugar del otro. Que vos putees significa que a ellos se les cae el techo en la cabeza. Que vos putees significa que su piso se inunda. Que vos putees significa que sentís como siento yo, como sienten ellos. Como sentimos todos. Solo que yo me permito verlo y vos no. Y darte cuenta de que algo puede pasar te hace putear una vez mas. No todos estamos listos para el cambio. No es vagancia ni perdida de tiempo, es hacer oír una voz que esta naciendo, que esta reviviendo y que nunca debería partir. No todos podemos ser tontos ante la obviedad, es más fácil vivir en la comodidad del malestar, que romper con lo establecido y hacerte putear. Benditas sean las puteadas si algo logran. Aun que sea que un boludo, bien modulado, mal modulado, pero boludo igual, se siente y goce de perder el tiempo escribiendo y pensando que en algún momento algo va a pasar. Que la chispa que fue encendida no se apaga ni por la lluvia torrencial. Que venga santa rosa. Que algunos queremos despertar.
Hay paredes que quieren escuchar, y bocas que quieren explotar.

viernes, 10 de septiembre de 2010


Es tan temprano que da calambre, y las botas marrones pisan ligero la casi cuadra hasta la estación, pasos cortitos pero a gran velocidad, como si por eso fuera a hacer menos frío. Le dan ganas de prenderse un pucho, aunque no fuma: es que la situación es acorde al cigarillo, o el cigarillo acorde a la situación, no sabe, la cosa es que le dan ganas. Por fin se ve una sola luz cortando la niebla, despacio, muy despacio, acercándose hasta el centro, donde está la estación, donde está el banco de piedra, donde están las botas marrones que de un salto se apresuran a conseguir un asiento. Y una vez acurrucadas contra la ventana, se entregan al sueño, al tren que se mece lentamente. A veces sonríe con los ojos bien cerrados, pensando lo gracioso que sería cruzarlo en la estación, rotoso y despeinado, y saludarlo con esa complicidad que solo tienen aquellos que saben darse buenos gestos cada tanto pero nada más. El vínculo más sano de todos: aquél en que ambas partes no se quieren. Abre muy apenas un ojo y ve el primer arco, más tarde el segundo, después el galpón colorido. Se sorprende pensando en una persona por estación, y en otra en todas las estaciones, pero qué más da. Hora de bajar y pasar el túnel. Hora de abordar el otro tren, y las botas esquivan a la señora de las mentitas y se acercan sigilosamente al lugar donde aproximadamente va a ubicarse la puerta en cuanto el tren entre en la estación. Y ese momento llega, y ahora sí, empujones, apretones, nadie que intente comprender que si no bajan unos no subiran los otros, y ahí sí, después de la ley de la selva, las botas marrones entran despreocupadamente y se dejan caer junto a la primer ventana que encuentran. Sobre esas botas hay una mente dispersa que se esfuerza por abrir un apunte y por ser nada más y nada menos que una estudiante; pero a lo largo del viaje la amiga, la mujer, la hija, la tía, la prima, la hermana, van ocupando a su turno ese lugar, y es probable que las botitas lleguen con tan sólo dos páginas leídas. “Moreno, Paso del Rey, Merlo, Padua…” repetía la voz de papá cuando las botas eran unos zapatitos azules de gamuza que por primera vez recorrían un vagón. Los zapatitos intentaban recordar pero nunca pasaban de Padua, y la pequeña cabeza sobre los zapatos se perdía en imaginarse un rey caminando apresurado por los pasillos de su palacio, y con eso siempre empezaba alguna historia porque era tan grande su imaginación. “Tan grande…” se hacen eco las botas de ese pensamiento, de esa memoria con olor a perfume de señor, a canas incipientes, a padre ahora soltero intentando…Simplemente, intentando. Sus ojos siguen el recorrido de la ligustrina que se pierde más allá de la estación de servicio, y aunque no llegan hasta ahí, ven con claridad el edificio despintado, el portón abierto, las ventanas rotas, las aulas destartaladas. Un calorcito en el pecho la asombra nuevamente al pensar que ya pasaron tantos años desde ese día en que, junto al paso nivel, conoció a su primera compañera de aventuras en ese mundo desconocido, en ese lugar adonde se sintió pertenecer no bien se sentó, vacilante, nerviosa, ansiosa, sobre el último banco junto a la pared. “Ituzaingó” dice la gente. Otros dicen “Ituzáingo”. Ella prefiere la primera, pero preferiría no tener que pensar en lo cerca que está de ese pequeño bache en su viaje, ese momento extraño, frío, que alguna vez supo ser un anticipo de las horas que vendrían. Pero ahora ya no piensa en eso (se marean las botas ante sus divagues) sino en una noche en la estación Castelar, una noche en la que pensó que no necesitaba nada más para ser feliz, una noche en la que ingenuamente creyó ser dueña de una verdad que con el tiempo se mostraría como lo que era: una fantasía que su cabeza atolondrada hizo real, y de la cual solo repetiría esa noche, esa estación, ese par de latitas de cerveza. Y ahora es cuando las botas se ponen frenéticas. Enloquecen, zapatean, se retuercen. Todavía no entienden que no hay que bajar acá, ya no. Ya no hay nada para ellas en esta estación. Se resisten, luchan las botas, llorarían si no fuera porque el agua arruina el cuero. Son dos minutos breves pero que se clavan como agujas en la fría mañana, y estas botas que no entienden de razones, que solo siguen al instinto, que quieren bajarse, hacer tres cuadras, luego dos, tocar un timbre y que el tiempo no haya pasado, que todo siga igual que siempre. Una lágrima. Bueno, es un avance, se consuela la cabeza al recordar que hasta hacía dos meses ocultaba el rostro en un libro para no ver, para no sentir, para controlar a las botas. Pero el tren sigue y con él el grueso apunte, y con él un corazón podrido de latir. Se le antoja reirse a carcajadas, pero se contiene. No rompe con su risa el clima helado del vagón, pero le sobran los motivos. Pensar que alguna vez ese corazón se detenía una estación más allá, movido por la fuerza poderosa del capricho. Tonta, tan tonta, tan alegremente tonta, Como crecieron botas, como entendieron todo. Y cada estación es más fea que la anterior. Y en Liniers el tren escupe gente sólo para absorber otros tantos. “Qué ganas de ir a Museo, qué ganas de que no haga frío, qué ganas de que no haga frío PARA así ir a Museo” Ahí es cuando llega la estación más fea de todas: una franja desierta, desolada, perdida junto a la autopista. Y ahí abajo los olvidados que nadie quiere mirar, pero ella mira. Ella mira porque aprendió a mirar, y las botas sienten que algún día deberán bajar allí y recordar a los olvidados. ¿Para qué hace lo que hace sino? Y la eterna confusión, ¿viene Floresta o Flores? Cavila unos segundos y recuerda que primero va Floresta. “Barrio de Flores, si tus colores pudieran darle a mi boca una sonrisa otra vez…” canturrea por lo bajo, y una puntada en ese corazón le recuerda que alguna vez sus labios de seda fueron la luz de una condena. Que bien cantaba, que bien mentía, que bien fingía que sentía. Y como sentía ella, hasta lo profundo de los huesos. Pero por suerte el tren ya sale a campo abierto y ya ve Ferro, y las botas marrones se paran, y una sonrisa algo cansada se dibuja en ese rostro que ya no puede esperar para recorrer las calles del lugar, de su lugar. Y como un Oliveira que busca su kibutz, se pierde en esas veredas respirando ese futuro que la tienta, que la llama, que le grita que se apure. Tiempo al tiempo botas, que todas estas calles se caminan poco a poco, Pero ahora no hay tiempo, hay que correr al 36, aguardar la ancha avenida, tocar el timbre, descender, recorrer un corto trecho, cruzar la puerta a la carrera, subir los escalones de dos en dos, entrar al aula y finamente acomodarse. Las botas son recibidas con un mate, varias sonrisas, algún pájaro colgado del techo, esa sensación de libertad de quien construye un mundo en unas pocas paredes. Dicen que viajando se fortalece el corazón…Pasan los trenes, pasan los años, y las botas marrones cada vez laten más fuerte.

lunes, 30 de agosto de 2010


La Hidropesía se cura con paciencia, con mierda y con soledad…
Caminaba la gringa sola, rápida y esperanzada, pensaba que nada le pasaba, que el viento sólo soplaba y los hombres sólo miraban. Veía sus ojos ver, miraba sus manos caer, veía sus bocas algo hablar. Pero ella nada podía escuchar Estaba decidida y nada iba a cambiar. Caminaba y nada la paraba, ni el viento, ni el auto, ni los ojos ni el semáforo. Su personaje estaba creciendo nuevamente en ella, la miraba, la acariciaba, la vigilaba; y a la gringa le gustaba. Sentía ese cuerpo que tanto extrañaba volver a nacer. Sentía sus manos tocando sus entrañas, su risa estallando dentro, sus pies golpeando, y le gustaba. Claro que le gustaba. Era el más lindo de los orgasmos verlo crecer. Sólo ella lo veía y lo sentía. Qué iba a saber ese que fumaba sin asco mientras sus tetas miraba, su mano bajaba y su boca hablaba. Eran una de nuevo, y en su cara lo reflejaba. Sólo un viento de autocomplacencia intentó superarla, pero sus pies más rápidos que su cabeza, supieron bien qué hacer, cuánto correr, a dónde ir.
Algunos ya sufrimos demasiado en poco tiempo como para volver a caer. No es buena la caída, no es buena la libertad, si es efímera y te come y te mata. La mierda no sabe tan bien como pensabas, y nadar en ella ya no sirve de nada. Caer, levantarse y que el ello nazca otra vez, que vuelva de allá, de donde sea que estaba. El amor es para unos pocos tontos. El dolor es para todos los tontos, el sufrimiento sólo lo eligen los tontos, la venda se cayó y ella volvió. Y lo vio.
La gringa dejo su soledad para nadar por la mar. La que anda sola en el medio de la mar tiene ese no se que imperdonable de conocer y ser conciente del poder. El cuerpo es el cuerpo y la dualidad no sirve para un consejo. Ser hombre tanto como él, sólo que algo le cuelga arriba y algo no cuelga abajo. Al carajo con el género. Desde arriba se ve mejor mujer, desde arriba y sin caer, desde arriba y riéndote, de vos, de ellas y de él. Lo demás es cuestión de tiempo. Ya ves.
Las relaciones humanas son más jodidas de lo que puta madre pensabas. Siempre seria tanto más fácil. El de acá, el de allá, y el de por ahí; una sucesión de hechos desafortunados sin correlativa ni expectativa, su beso te retumbaba pero sin dejar de ser más que eso, un beso.
Las relaciones humanas entorpecen todo tanto más que nada. Se interponen en ese hilo que vos atas e intenta destrozarlo sin más, el camino es el camino, no existe superman y ni hablemos de nachoman- Es sinuoso y sin escala, va directo a la nada, o al todo, y en disney nos veremos, por que ahí si existe, con la nada.
Las relaciones humanas son puta madre más jodidas de lo que pensabas. No te dediques a pensar, no te dediques a actuar, no te dediques a sentir, menos a amar. Son relaciones. Son humanas. Cuando entendamos el amor y la libertad, vamos a entender el significado de la humanidad. Y de la relación. Nada más. Pura complejidad. La dualidad es mierda, y de la mierda a la nada. Pura nada.

jueves, 12 de agosto de 2010

La idea era empezar a escribir algo que no fuera pura realidad, ¿pero qué hacer cuando ella te invade hasta dejarte sin aire?
La guerra ha terminado yo vengo a arrodillarme ante tu cama, te rezan mis soldados y el palacio esta en llamas, tu general arría mis banderas, las fieras entran en la catedral. El rey murió en el campo de batalla, la reina se ha pasado al enemigo.
Estar psicológicamente jodida no está tan mal después de todo, si con esos retazos podes hacerte un buen escudo y salir al campo e intentar luchar.
Live and let die
And let it be
Y sobre todo
Let it bleed
So fuck
Que grandiosa, grandioso, que oso grande y temeroso. Que grandiosa suena la palabra libertad. Que miedo da la palabra libertad, que linda huele la libertad. Belleza subjetiva si las hay, no somos libres, ni un poco libres, seguí soñando tu libertad. Soñar no cuentas nada, que lindo que es soñar, sólo te cuesta un par de tormentos al despertar, un par de no saber dónde estas, si en ayer u hoy, quizás hace dos meses atrás, y por que no un par de años más. Y así se transforma en utopía tu libertad, es que de vos nunca te libras. Entonces no sos libre. Ni de vos. Ni de mí. Ni de. De.
Live and let die
And let it be
Y sobre todo
Let it bleed
So fuck
Hay un alo de humo que me persigue, no se si me persigue, si me aprisiona, si me encierra, vivan los adjetivos, o si yo lo corro para que no se me escape, acá quietito, qudate. No te muevas.
Es un problema psicológico, es más, mirà cómo te está doliendo la cabeza. Es psicológico, enteramente psicológico, tenerle miedo al miedo, al carajo con el miedo, era la guerra y decidiste darte por vencida antes de empezar a luchar, ¿y por qué? Por que tu problema psicológico no te deja ser. Y ahí te ves con la paz grabada en la mano derecha para no olvidarte que la estas persiguiendo, ¿y dónde quedó la libertad? Al carajo con la libertad, ella tiene que ser tuya por que así te lo propusiste hace meses atrás. Y lo conseguiste. Hasta que decidiste ser dominante otra vez y te olvidaste que sos mujer.
No se puede vivir con vergüenza y con miedo por que eso no es vivir
Ese mundo machista que tanto decís aborrecer te está atrapando y te encanta caer en él.
¿Por qué todo tiene q ser derecha o izquierda, femenino o masculino, paz o guerra? Coger no es amor, es mucho mejo. Los opuestos se atraen y a la mierda. La gran puta de la libertad. Tiempo al tiempo y demás, esto también pasara. Que persecución tremenda es este dolor de cabeza. Te apresa las neuronas.
No es un punto fijo al cual apuntas, tiras y te vas dejando todo sucio y blanco. No querido, te estas equivocando, mira para tu costado y pensa. Te estoy mirando. Te estoy hablando. Te estoy diciendo que así no, que esta vez no. ¿Y por que insistís? Por que así te dejo yo. Y la guerra la empiezo yo por que la termino yo. Es mí tiempo de tiranía y dominación y si no te gusta, sanseacabó. Lastima que no lo sabes.

lunes, 26 de julio de 2010

Mi rock sonaba fuerte. Sonaba claro, potente, con distorsión. Me sacudía de punta a punta. Tanto rock no podía ser verdad, pero ahí estaba marcando el compás y mi cielo ya no era mi cielo sino un más allá. Y yo bailaba mi rock, lo bailaba sin descanso, porque mis pies no se agotaban, la alegría era su motor. Mi rock era todo. Era arriba y abajo, derecha e izquierda, infierno y paraíso, luz y sombra, pero sobretodo era rock. Rock cadencioso, rítmico, de esos que rompen el silencio y revientan los parlantes. Yo era yo porque escuchaba mi rock, y mi rock era un orgasmo. Un orgasmo tan intenso que a veces sentía que iba a morirme, pero no, mi corazón seguía latiendo, y latía siguiendo el ritmo, y se aceleraba, y se enloquecía, y ya mi pecho le quedaba chico. Los latidos resonaban en mi cabeza, y de pronto…El ritmo se hacía más dulce, más suave, y era canción de cuna para mis oídos agotados. Con ese compás me dormía y nadie era más dichoso que yo, con ese rock de fondo. Mi rock era gloria embotellada. Mi rock era igual a mi alma enardecida. Abrazada a mi rock, nada podía lastimarme. Siempre fui un rompecabezas, pero mi rock me cantaba igual, le cantaba a todas mis piezas, de mil colores diferentes. Me saludaba con su melodía, me despertaba mejor que cualquier rayo de sol. Mi rock era un edén. Mi rock era lo más parecido a lo eterno. Mi rock se me escapaba de las manos y yo sentía que el día que se apagaran sus acordes ese corazón habituado a seguirlo se iba a detener. Me aferré a mi rock, abracé a mi rock, por momentos yo misma me sentía música. Pero un día dejó de sonar. Mi rock ya no estaba. Se había ido. Lo busqué debajo de la cama, en el armario, en los rincones de la casa. Revisé en todas partes pero ya no sonaba más. El silencio perforaba mis oídos. Mi rock se fue y no dijo chau. Y mis pies siguieron bailando. Y mi corazón siguió latiendo. Y me prohibí llorar (no podía bailar sobre el suelo mojado). Y todos mis sentidos bailaron otro compás. Amo a mi rock con todo lo que tengo. Lo amo con la piel y con los versos, lo amo con la carne y con la voz, lo amo con la sangre y con el alma. No sé hacer otra cosa que amar a mi rock. Pero mi rock ya no está, y yo soy bailarina. No puedo dejar de ser bailarina. Así que doy pasitos, un dos tres, un dos tres. Bailo. Bailo y todo tiene sentido. Bailo y el mundo sigue girando impulsado por mis pies. Y sigo amando a mi rock porque mi rock es mi cuerpo, y qué no daría porque vuelva a sonar, porque vuelva a acariciarme. Pero mi rock ya no existe. Y yo sólo existo si bailo.

jueves, 22 de julio de 2010

Fragmentos de Historias Estancadas I (Todo lo que no se extirpa, termina por enquistarse)

¿Las pastillas o aquel entupido amor? Es la pregunta perfecta cuando no podes explicar por dónde empezar a sacar astillas de adentro. Es más fácil culpar a una astilla de afuera que a una interna. Pero ¿y qué si la diferencia que claramente te marca es la entupida capacidad de ver las astillas propias todo el tiempo? Y ahí ese enorme dilema de no saber a quién culpar, a qué dios matar ahora, a quién querer cagar a trompadas. Y se te hace más fácil cagarte a trompadas a vos, y fumar ese cigarro que habías dejado. Total, la astilla es interna. Y nunca falla.
Siempre hay alguien que viene con su nueva historia a sacar tu mente de tu propia astilla. Después no te quejes, así lo queres. ¿Y si te quejas cuál hay? Se revuelven los vientos y la astilla del otro sos vos. ¡¡¡Pobre de vos mujer!!! Agua y ajo oíste una vez. Así te conoces, después no te quejes.

Ok- pensó- hablando la gente se entiende, ¿o no? Sí, pero hablar también puede traer demasiados problemas, demasiadas situaciones confusas, demasiados arrepentimientos. ¿Y entonces qué le digo? Nada. Podrías usar un poco de tu filosofía y callar.
Mientras todas estas ideas intentaban entrelazarse para formar aunque sea una respuesta coherente, creíble, iluminada, y por qué no, académica, él no paraba de abrazarla, de chocarla contra su cuerpo, de acariciarla, y de decirle cuánto la quería.
-¡Mentira!-Fue lo único que logró decir-
-¿Mentira qué?, dale nena, yo por vos me la juego
-Dejate de joder ¿queres?
El bajo su cabeza e intentó vomitar alguna que otra frasecita cursi-pensò ella-
Pero dijo lo mas inteligente que había escuchado hasta ahora
-Está bien, me dijiste una vez que hablaba demasiado yo
-Sí, por eso, callate y besame. Lo demás se verá.
Y así fue.

Entonces tal vez sólo es una jodida, una jodida, jodida, jodidisima mujer que no sabe lo que quiere y se presenta ante el mundo como la más fuerte.
¿Y qué si lo es?
Quizás es su carcasa. No más. Está esperando que alguien venga con su mazo y la rompa.
¿Y por qué no?

Se para frente al espejo y mientras intenta desenredar su húmedo cabello le grita a esa de ahí enfrente que deje de pensar idioteces. Que esta bien así. ¡Estoy bien así! Y no sabe si fue el cepillo, su tremendo grito, o capaz su mano fuera de control, pero el vidrio hizo craaaaaash y se rompió. Si crash. Con muchas A. y se rompió.
Su cara se desfiguro, pero no por el golpe de algún estupido vidrio que decidió lastimarla, no. Sino por el susto. Por que no sabe qué paso. Si su mano, su grito o su cepillo. Pero se rompió.
Se agachó y empezó a juntar vidrio por vidrio, mientras seguía pensando; y si pensaba, hablaba en voz alta. No vengan a joderla con que esta loca. ¡Por que bien sabe que lo está! No vengan a preguntarle, ¿estás hablando sola? Por que bien sabe que lo está haciendo.
Y le encanta.
Déjenla así
Le encanta
Entonces siguió juntando los vidrios, siguió pensando, y siguió hablando en voz alta. Obviamente, sola.
-¿En que estábamos mujer?
-Ah no se, pero ahora pienso no, ¿y qué si en realidad tengo la esperanza del príncipe azul? Ay nena, deja de hablar por pasar el tiempo nomás… hablar puede traer demasiados problemas, demasiadas situaciones confusas, demasiados arrepentimientos. Si, pero hablando la gente se entiende también. Bueno ¿y con quién vas a hablar? Con vos misma, entonces, ¿cuál hay?
-Hablemos
Bueno ¿y qué si quiere a su príncipe azul montado en un enorme caballo blanco? No existe, dijo en voz alta. Muy alta.
Y ahí al vidrio se le ocurrió cortarle de lado a lado su muñeca izquierda
Ay querida, en donde tenes tu cabezota- se dijo- Y entonces ahora tuvo que subir y enjuagar con mucha agua la cortada. Y así estuvo, parada frente al lava manos, sin espejo en el que mirarse, con vidrios juguetones dispuestos a seguir cortando lo que se cruce ante ellos rodeando sus pies, y con una mano sangrando bajo el agua.
¿Y ahora qué?
Nada.


Juguemos en el bosque mientras el lobo no está, ¿lobo está?
Recuerdo de una linda infancia ya muy pasada se posaban sobre la mirada perdida de esa mujercita allí sentada.
Estaba sentada en la plaza, con una pollera muy larga, con la mano en la falda y una libreta a su lado. Su pelo era dorado, lacio y largo.
La mirada más perdida que jamás había visto.
La mujercita se acomodó su flequillo despeinado y empezó a esbozar vaya uno a saber qué cosas en su libreta
Quizás dibujos
Quizás no
Creo que fueron frases de algún recuerdo devenido en infinito.
Alguna canción de la infancia quizás sonaba en su mente mientras su muñeca bailaba y su piecito tamboreaba
Era fantástico.
Un show de percusión en vivo y en directo
Y la mujercita vio que alguien la observaba, sus lentes resbalaron sobre su nariz al levantar la mirada, su flequillo se volvió a despeinar, y en un brusco movimiento quiso acomodar todo al mismo tiempo. Flequillo. Lentes. Libreta cayendo. Y pollera jugando con el viento
Suerte que era larga
Y después de acomodarse y volver a la normalidad, la mujercita grito, ¡estoy escribiendo!
Y su manito volvió a bailar y su piecito volvió tamborear
Era fantástico
Un show en percusión en vivo y en directo
Y la mujercita también grito, ¡llevo una vida escribiendo!
Y ahí decantó que la mujercita era viejita
Ni cuenta me había dado, su cabello era dorado, no blanco
Y su mano seguía bailando, como tantas veces seguramente había hecho, y quién sabe cuántas historias había creado.
Su mano. Su pie tamboreando. Su flequillo despeinado. Sus anteojos resbalando.
Era fantástico.
Y ahora quizás la historia más triste quiero contar
La historia de un amor sin final
¿Amor?
Quién sabe, debe de haber sido amor
Entonces estaba en que iba a contar la historia más triste de amor
Y resulta que él y ella se querían, pero ni él ni ella supieron encauzar bien sus abrazos, ni sus besos, ni sus llantos, y menos que menos sus orgasmos.
Pero se querían. Sí, se querían.
Pero uno era casado parece ser che, eso me contaron, que uno era casado. Pero no voy a decir cuál
Y el otro amaba. Pero el casado también amaba, sólo que no sabía a cuál.
Y si lo sabía, bien mal de su parte por jugar así
Pero este no quería pensar de esa forma. Creía que el hombre podía equivocarse, pues nadie es perfecto. Se dijo a sí mismo más de una vez. Y no sabe si para convencerse o para evitar las culpas. Pero así actuó. Y así parece que estuvo bien
Por que vos los ves ahora y están los dos bien.
Sí, sí. El que era casado, ¿te acordàs que te dije que había uno de los dos que era casado? Bueno ese se separó nomás che. Si, se separó. Y por un instante el otro pensó que por una vez había ganado algo, que todo el tiempo que había esperado había valido la pena-
¿Pero sabes qué? Ese que fue casado, se borro. Así como te lo cuento, se borró.
Y ese otro no tuvo más que llorar un poco. Y se fue por ahí a unos pagos medios lejanos, y medio como que hizo de cuenta que se había olvidado.
Pero al volver se dejó de mentir. Y gritó que amaba con toda su alma.
Pero igual estaba bien.
De vez en cuando lo ves a ese llorando por ahí, pero son las menos veces.
Y ese otro casado, borrado, ahora esta casado de nuevo ves vos.
Y así es. Así que volvió a llorar un poco el otro.
Y se calmó.
Y te dije que era quizás la historia más triste de amor que quería contar.
La historia de un amor sin final.
Eh, pero no se yo si eso es el amor che, y menos se yo si es la más triste.
Pero vos viste, algo es.





Le pedí al tren que se apurara, que se apurara por que tenia una gran urgencia.
Por lo general esa urgencia tiene cara de baño
Pero esta vez era distinto
Le pedí al tren que se apurara por que quería escribir
Sobre qué no se bien aún
Y no lo se por que no lo escribí
Sólo volaron un par de ideas entre hoja y hoja de árbol
Se entrelazaron por encima de mi cabeza
Hicieron una danza medio extraña
Y me pidieron que le diga al tren que se apure
Que estaban ellas hoy con urgencia
Y entonces fiel a mis ideas, yo accedí.
Y el tren accedió tanto a ellas como a mí
Y vino.
Con su enorme trompa nos rozo
Nos hizo dar pequeños saltos hacia atrás de las borroneadas líneas amarillas
Y se paro
Nos saludo y rezongo un poco por el frío
Un poco por la niebla
Un poco por los golpes que recibía hora tras hora, día tras día
Y se freno
Abrió sus enormes fauces
Y nos hundió en un profundo abrazo
Que acogedor
Y entorno sus brazos sobre mis ideas y sobre mi también
Nos dio un pequeño lugar
Y se volvió a marchar
Un capital golondrina parece
Y que no me haga recordar a el
El también era como una especie de capital golondrina
Ese estilo de golondrinas debería estar en extinción
Pero no lo están señores!!!, tengan cuidado
Andan por la calle sin cartel y en una de esas te tropezas con una tipo con porte de capital golondrina y chau
Y entonces el tren puso en marcha su motor
Y empezó a pedalear
Y mis ideas se fueron así como vinieron
Yo pose la cabecita en su pared
Le sonreí
Y me dormir
Y las ideas se fueron, así como vinieron
Como el
Y como el tren.




Le dijo que era tierna
No utilizo en realidad, realmente no utilizo esa palabra
Pero se lo dijo
Y se sonrojo
Después de sonrojarse le recordó que siempre era así ella
Solo que no la sabían aprovechar. Eso dijo. Y espero
Yo si te aprovecho
Dijo el
Y siguió
Cuando te dejas
Y así nomás. Y dale que va.




“Sigo siendo eso q siempre buscaste hasta q lo tuviste
Y ahora lo querès tanto que te encanta tenerlo
(…) Quien te dijo q nadie llegaba después de estos dos q golpearon la puerta y no saben a que fiesta vinieron”.

Y con respecto a su ante última, o última relación, Julieta escribió en una hoja que durante meses quiso quemar, hasta que se animó a enviar:

“No quiero ser yo la que siempre tenga que sacar a la luz nuestros no problemas, pero lamentablemente parece que así es y será. ¿Que qué quiero decir?, que logré despertar de mi eterno cuento de hadas y que ahora tengo fundamentos para sostener lo que solía ser un enlace de incompresibles intentos de argumentos. Realmente siempre esperé que la distancia ayude, pero nunca la respetaste, y tanto el uno como el otro se dejó llevar sin importar las consecuencias, y aquí es cuando florece mi culpa por haber dejado que te comportes así conmigo. Era obvio que de tu parte no iba a haber reacción, ni acción ni nada de nada. Pero me dejé llevar y confié en que esta vez no me iba a suceder. Y sucedió. No me arrepiento, pero ahora que la princesa se hizo reina tiene que poder saber qué hacer, aunque vos no la ayudes.
Entonces es cuando siento que lo mejor sería pensar que sos un hombre cruel e injusto y que lo único que hiciste y haces es jugar conmigo, pero si pienso un poco mas no puedo llegar a ese final, por que no hiciste lo que quisiste, hiciste lo que yo te deje que hagas. Suelo preguntarme por qué creas algo que no existe, qué no puedes dar o qué no quieres dar, y aquí sí te puedo culpar, de eso sí, por que yo no pedí nada y las cosas se me dieron igual, y cuando intento pedir ya no se dan.
No se si ya no reside interés en ti, no se si se aumentó en mi, no se si me utilizas, o juegas conmigo. Lo único que se es que hiciste que me enamore de ti, que hiciste que te quiera tanto que no puedo ni odiarte, y que ahora no pueda desligarme de ti, y lo peor es que no quiero, pero en días como hoy lo único que deseo es tener fuerza para alejarte de una vez. Y no quiero. Por que quiero todo lo contrario, y no depende de mí. Así que, hasta que Romeo no aclare su cabeza, si es que tiene algo que aclarar, Julieta prefiere desaparecer y desaparecerte, por que así no puede más. Y sí, es una cuestión de decidir, yo se bien lo que quiero, y es a vos, pero a vos sin eso que traes contigo. Solo a vos. Y si esto no cambia, yo no quiero seguir siendo el soporte que te haga sentir un poco mejor, no quiero ser lo que se llame esto que soy. Quiero otra cosa, y ahora si creo que lo dejo bastante en claro. Quiero estar con Romeo. Y si Romeo sigue así, Julieta se borra.”

Y así fue cómo dijeron después que se envenenó ella, y después él. Y al final, nunca se supo bien cómo terminó, si ambos murieron, o resucitaron los dos.
Parece que esto de resucitar esta de moda
Esta a la onda
Esta en la línea
Pero ella hablaba muy finamente. No emitía groserías, bien me hubiese gustado ser su amiga.

lunes, 19 de julio de 2010

The cracks in the crystal ball

La vida es como jugarse un picadito en un potrero embarrado (acá es cuando todos se preguntan si desayuné pintura). Potrero embarrado es igual a tropezarse, resbalarse, ensuciarse, pegarse unos cuantos golpes. Y a veces, ni siquiera paró de llover. Y te mojás, y tiritas de frío, y el barro se te cuela en las zapatillas. Pero que yo sepa nadie para de jugar, y todos se divierten, y hasta se diría que está copado jugar con lluvia y embarrarse hasta la frente. Porque no se deja de amar al potrero, aunque no esté llano, aunque no sea pasto cuidadosamente cortado, aunque los arcos sean maderas cruzadas, aunque la pelota esté llena de parches. Lo que te apasiona, no deja de ser una pasión aunque esté un poco roto.
Que levante la mano el que nunca se sintió roto. Bien, me parecía. Porque a todos alguna vez algo nos rompe, sencillamente porque somos pura tripa y corazón (y no hay dos cosas más frágiles que esas)La sensación de estar roto dejá huella en todo el cuerpo y, probablemente, con sólo escuchar la palabra "roto" se nos viene a la mente, como una fotografía, el momento en que nos rompimos o la situación que mejor define ese "roto". Tal vez nos vemos revolcados en un colchón, despeinados, con un hueco en el estómago (y uno aún mayor en el pecho), con un pucho quemándonos los dedos (aunque no fumemos) y con un gusto amargo a licor derritiéndonos la lengua. Completan el cuadro los surcos de las lágrimas en las mejillas, el maquillaje corrido, las ojeras que delatan que no hay sueño, ni consuelo, ni calor. Somos un resto de nosotros mismos, y pocas imágenes son tan tristes como vernos así, como un muñeco de trapo descosido pidiendo a gritos hilo y aguja. Ahora bien, el sentido común (que nunca suele ser tan común y muchas veces ni siquiera tiene sentido) indica que lo roto se tira, que no sirve para nada, que conservarlo no vale la pena y que solo junta polvo. Ahora yo pregunto: si estás roto...¿cuál es el problema? Repito: ¿cuál es? Mirense al espejo y digan: "si, estoy hecho pedazos, pero las hojas tambien son pedazos del árbol y cuando las levanta el viento se hacen remolino, no se quedan quietas, se mueven...Al final, romperse es lo que las hace libres" Entonces se me ocurre que lo mejor que uno puede hacer es sacar a bailar a su propio cadaver, atarle unos hilos, convertirlo en marioneta y sacudirlo de acá para allá, no darle respiro hasta que se ponga de pie. Una vez firme, agitándose solo, vamos a notar que no importan las cicatrices, que las marcas de las quebraduras no hacen más que embellecer ese capricho de alma que somos, que esos cortes profundos no son más que la muestra de que no nos pasamos la vida como juguetes en su caja, sino que estuvimos jugando. Y cuando uno juega, siempre puede llegar a rasparse las rodillas, a sangrar un poco, a caerse de lo más alto. El secreto está en ser como un chico que se golpea, llora un poquito y después sigue jugando como si nada porque jugar es lo único que le importa. Estar rotos es estar vivos. Es llorar una ausencia y a la vez jurar por ese que ya no puede golpearse, romperse, astillarse, que vamos a seguir jugando en el potrero aunque la piel se nos caiga a jirones. Es que te duela un hombre (o una mujer) en todo el cuerpo y aún así ese amor que se te clava en las costillas sea el motor de un redescubrimiento: porque todos sabemos que fuimos alguien sin esa persona, y seguiremos siendo ese alguien después de ella. Es perder, es que las cosas salgan mal, es chocar de frente con la ilusión deshecha y sonreír, llenar el vaso y que la noche con amigos decida por vos. Es amar con locura y tener el valor de soltar la mano. Estar roto es besar el barro del potrero porque este sigue siendo una pasión, con o sin barro. Y nosotros, rotos y mal parados, seguimos siendo nosotros. Tan horriblemente rotos, tan hermosamente vivos.

sábado, 26 de junio de 2010

LET IT BE (let it bleed)

-Sabes que te amo, ¿verdad? – dijo y dio media vuelta su torso desnudo para poder adecuarse a la cama y así comenzar a dejar volar su imaginación para luego dormirse.
- Si – fue todo lo que dije. Besé su frente con mis labios mojados y suaves, le acaricie la espalda, y sentí cómo su respiración iba tomando sentido con la mía. Lenta, suave, casi imperceptible.

Nos habíamos conocido hacia un año, año y medio, tal vez dos. Hay un punto en el que mi mente no recuerda, o no quiere recordar tal vez, el tiempo exacto que llevábamos viviendo de esta manera.
Es que nuestras vidas parecían nunca estar en sintonía. Nos amábamos, sí, pero por alguna extraña razón la relación nunca había logrado tener algún mínimo de sentido. Salvo el sexo, claro, y este era estupendo.
Por eso sabia que la amaba, por que de todas mis habituales relaciones, la mayoría sexuales, frustradas y dignas de ser olvidadas, esta tenia algo tan particular que no me dejaba avanzar. No podía hacerlo en ningún sentido, ni para olvidarla, por más que me cueste, ni para agarrarla y mantenerla a mi lado por el resto de nuestras vidas, o al menos, intentarlo.
Por esto es que era más mágica todavía. Nos conocíamos casi perfectamente, yo sabía de todas sus historias y revolcadas, y ella tenia alguna idea de las mías, por que a mi mucho de esto con ella no me gustaba hablar. Me daba celos suponer que estaba con este o con aquel, y pensaba que a ella no le agradaría el hecho de que yo hiciera lo mismo. No lo se realmente, nunca se lo pregunte. Nunca me lo dijo. La mayoría de mis dudas están aún ahí, estancadas cual ciclo económico por entrar en decadencia, estancadas como agua de pileta en invierno, estancadas. Estancadísimas.

-Todas las mañanas iguales. O casi todas, desde hace ya dos años y medio - y cuando se comporta de este modo es cuando más la amo, sabe todo perfectamente, todo…- Y lo peor, es que me encanta. Me encanta por el hecho de que comencé a vivir con esto, empecé a naturalizar esta relación al punto de que ya el resto no importa tanto. O eso pensaba yo, no lo se, a veces me siento como en una nebulosa de la cual no puedo escapar para ver bien que es lo que esta sucediendo.
Y digo que me encanta, por que realmente esto parece. Puedo sufrir un día entero, retorcerme a causa del desgarro que provoca el dolor de sentirme abandonada , retorcerme del dolor que provocan las lágrimas cuando caen con tanta fuerza que parecen estar queriendo abrir paso en tu piel, quemarla y luego pasar a tus huesos y hacerlos añicos, retorcerme del dolor de no poder conciliar el sueño, y tan solo lograrlo luego de horas de haber agonizado. Luego de esta etapa digna de alguien que lo único que quiere es que lo maten para que deje de sufrir, llega el olvido. Y este olvido repentino es lo que me hace decir que esta relación me encanta.
Es que al escuchar tu voz ya todo cambia, mi vida vuelve a tener algo de sentido, mi corazón vuelve a latir con fuerza, mis manos dejan de temblar. Todo en mi vuelve a recobrar su vida. Y me olvido. Me olvido de las ganas de morir que había sentido, me olvido de las ganas de tener fuerzas y poder mandarte a la punta de la montaña más alta y lejana, y más fría obviamente, existente en el planeta. Me olvido de todo, de todo. Y vuelvo a reír, vuelvo ver, vuelvo a saber que hacer.

El día que escuché esas palabras un cuchillo atravesó mi estomago de lado a lado. No sentía absolutamente nada más que esa punzada espantosa que ocasionaba saber que hacia sentir así a alguien. Yo la miraba fijo mientras veía cómo de sus labios iban saliendo las palabras con esa forma tan especial que tenia ella de hacerme sentir mal, y no es que esto fuera lo que buscaba, no, sino que tan solo necesitaba desahogarse para poder seguir viviendo al lado mío. Como ya tantas veces lo había hecho. Sólo que esta vez el distinto era yo. La observe muy detalladamente durante su discurso, cómo movía las manos, cómo se acomodaba el pelo nerviosamente a causa de mi penetrante mirada, cómo daba temblores que me daban ganas de abrazarla y no soltarla. Definitivamente me estaba haciendo sentir como un monstruo, pero como siempre, no iba dejar que ella se de cuenta de lo que estaba ocasionando en mí. No se por que mierda nunca me pude abrirme totalmente y dejarme atrapar por ella.

Esa imagen se me vino a la mente mientras esperaba, acostado a su lado, intentando adivinar si dormía, o si tan solo fingía. Tomé coraje y le hable:
-No sé qué me pasa con vos. No sé dónde estoy parado. No sé para que lado correr. Un día te amo con locura, y al otro sólo intento olvidarme de vos. No quiero que estés mal por culpa de mis miedos. Se que tendría que madurar mi amor, pero no puedo, hay algo que me esta impidiendo hacerte feliz y no se que mierda es.
Su respiración volvió a subir el tono, se que me escuchaba, se que sentía que yo estaba mal, de verdad me creía esa angustia que estaba sintiendo, pero no respondía. Tantas veces había intentado hacerme entrar en razón. Tantas veces había querido una respuesta a sus preguntas. Tantas veces había querido ponerle algún punto a esta extraña relación que estábamos construyendo. Juntos. Por que tanto el uno como el otro sabia perfectamente que algo andaba mal, y sin embargo seguíamos ahí acostados, como todos los miércoles de cada semana, desde hacia ya un año…bueno dos años y medio, como bien supo recordarme aquella vez.
Así que espere, espere a ver que hacia. No sabía que decir ni que hacer. Espere, 1, 2, 3, 4, 5 minutos eternos, fueron los peores 5 minutos de mi enfermiza existencia humana. Y logró relajarse, mis manos volvieron a acariciar su pelo, lo hice con la suavidad y dulzura que estuvieron a mi alcance. Lo hice durante un largo rato, mientras respiraba, mientras se concentraba en respirar lentamente. Luego baje a su espalda y la recorrí con las yemas de los dedos, trazando círculos que hacían que se le ponga la piel de gallina. Estaba sintiendo mi amor. Se que esto le daba miedo, y se que pensaba que esto parecía una despedida, un triste despedida. Por que así lo estaba sintiendo yo.
De repente se dio media vuelta bruscamente. Pasó su mano izquierda y la apoyo sobre el otro lado de la cama, dejándome inmovilizado bajo su poder. Me miró fijo. Aguantamos las miradas durante unos segundos que se fueron eternizando cada vez más y más….abrió la boca, sé que su intención fue comenzar a largar un sermón, de esos que puede dar un padre a su hijo, de esos que puede dar una novia enojada, de esos que pueden dar una amiga o amigo cuando algo en tu vida anda mal. Pero no lo hizo, no se que fue, pero algo la detuvo. Las frases debían de estar bailando en su mente como cada día de agonía que había tenido a mi lado, queriendo salir, queriendo abrirse camino entre sus dientes y su lengua para correr a mis oídos y entrar en mi cabeza. Como ya lo había hecho antes. Pero no lo hizo. Sólo pudo mirarme un instante más, sentir mi aliento, sentir mi mirada fija y dura, mi confusión, mi angustioso dolor. Y me besó. Me besó como nunca antes nadie me había besado en mi vida. Fue como si encajáramos perfectamente, como si fuéramos una sola persona. Duro horas, horas y horas.
Mis brazos lentamente se posaron sobre sus hombros, y la aleje de mí. Se acomodó torpemente en la cama y miró el techo. Esperando una reacción, una palabra. Pero nada. Nos quedamos dormidos así, ella sobre mi pecho, mi brazo agarrándola fuertemente para que no intentara escapar y salir corriendo como tantas veces. Y dormimos. Y qué bien que dormimos
Y así, como todas las mañanas iguales desde hacia dos años y medio, nos despertamos, nos miramos, nos reímos, nos besamos. Había que seguir, cada uno tenia su vida planificada, y obviamente, separada. Nunca encontrada. Maldita sea, la bronca que me producía esa enorme brecha no tiene nombre. Me la trague. Desayunamos, y nos marchamos. Nunca le había hecho comentario alguno sobre lo que me dolía a mí esta situación, casi tanto o más que a ella, ¿que por qué no lo hice? Por que sabía que su instinto femenino no iba a dejarla creerme, por que sabía que su reacción iba a ser una estùpida y hermosa risa cargada de una bronca inigualable y seguida de lágrimas que no iba a saber cómo curar. Así que siempre me contuve, tan sólo la abrazaba, tan sólo la besaba, tan sólo la amaba. A mi manera, pero la amaba.

- Será hasta el miércoles mi amor
- Si, como sea- contestó aguantando las lágrimas que querían comenzar a destrozar una vez más su cara- hasta el miércoles mi vida.

Yo sabia lo que pasaba por su cabeza en ese momento, conocía a la perfección todas y cada una de las reacciones de su cara. Y eso era algo que guardaba para mi, no se lo decía, pero sabia lo que sentía.

Era jueves, y no tenía nada interesante que hacer, más que pensar en él, en lo que había pasado la noche anterior, o lo que había dejado de pasar. Pero este jueves era distinto. Mientras caminaba por la calle me di cuenta de lo fuerte que brillaba el sol, y del calor que esto me estaba produciendo. La puta madre que te parió sol, pensé, y seguí caminando hasta la parada del colectivo.
Al llegar a casa no tuve mas remedio que tirarme a dormir otro rato, estar levantada, sola y sin nada que hacer no iba a jugar a mi favor. Así que mire la cama con amor, me mentalice en que descansar era una buena, perfecta, perfectísima idea, y me tire sobre ella cual clavadista se tira a la pileta.
Mi mente empezó a retorcerse, las lágrimas querían salir y destrozar mis ojos, pero no iba a dejar que eso ocurriera. Esta vez no, mi mente ya estaba dando saltos a mejores y más sanos pensamientos, así que no iba a dejar que la amargura me invadiese y me arruinara otra semana más de mi vida. Y lo logre, me dormí. No se cuánto habré dormido la verdad, porque en ningún momento mire el reloj al llegar a casa, pero cuando desperte el sol ya no estaba. Pense que habia sido una lastima perder todo un dia de mi vida durmiendo, pero bueno, por lo menos eso habia ayudado a no pensar en nada poco sano. Me estire con demasiada exageración sobre la cama, comence a sentir los tirones que daban mis musculos entumecidos a causa de las largas horas de sueño que me habia permitido, y me di cuenta de que algo habia cambiado en mi. No supe a la perfeccion que era, pero me notaba tranquila, mi mente no estaba retorciendose, mis ojos no ardian, y mi cabeza no dolia. Una sensación rara para ser jueves, pense, me rei para mis adentros y me levante.
La noche anterior habia sido bastante rara, poco habitual, pero no me encontraba mal, no me sentia sola, ni poco querida, ni abandonada como tantas otras veces me habia sentido a causa de su poco habitual forma de hacerme sentir amada. Sus palabras al fin habian tenido algun sentido para mi, tal vez fue su forma de tocarme, o de besarme, no lo se. Pero algo en èl habia cambiado esta vez. Pense en llamarlo para vernos, queria, necesitaba volver a sentirlo. Pero sabia que no tenia que hacerlo. No era miércoles. Era jueves.

Al llegar a casa me desplome en el sillon, tenia una extraña sensación atravesándome el cuerpo en ese momento, es como si no hubiese dormido por dias, estaba exhausto, me dolian las piernas, los brazos y sobre todo el pecho. Sentia una tremenda punzada en el pecho. Me estaba matando. Asi que me deje llevar y atrapar por los enormes brazos de mi blanco y nuevo sillon, me hundi en èl como si este fuera lo unico reconfortante en toda la casa. Y asi fue, por que cuando me desperte no entendia nada, el dolor que habia sentido en las piernas y los brazos ya no estaba, mi mente estaba mucho mas relajada y despejada, el sueño ya no me aturdia, pero, extrañamente, el dolor en el pecho seguia. Me sente de golpe. Apoye mis codos sobre las piernas y escondi mi cabeza entre mis manos. Algo andaba mal. De repente, mientras estaba ahí escondido hurgando en mis adentros para detectar que me pasaba, recorde una conversación que habia tenido con mi viejo muchos años atrás. Es que èl era como yo, por eso no habia podido terminar de forma una relacion con mi viejo, me estaba dando cuenta de cada una de sus palabras ahora. Que ironia dios, ¿tanto tiempo puede perder uno hasta darse cuenta de cómo son las cosas?. Parece que si.
Por aquel entonces, cuando tuve esta charla con mi viejo, èl y mi vieja ya se habian divorciado. Un alivio, sinceramente, los ladrillos que me sacaron de encima cuando lograron firmar esos papeles no tienen forma de ser cuantificables. En fin, el hombre hablaba de forma muy rara, como liberandose de algo, me contaba de lo mucho que habia amado a mi vieja, y de que ahora se daba cuenta el por que de su rechazo. Claro, la pobre lo habia pescado con una relacion que llevaba mas de 10 años, y sin embargo lo habia perdonado, y el habia dejado todo por ella. Por lo menos eso parecio por un tiempo. Pero a los meses la guerra volvio a estallar, y mi vieja lo termino echando un poco mas por la ventana. Y el nunca mas volvio a entrar. Obviamente cuando paso todo esto yo no me di cuenta, tendria alrededor de unos 13 o 14 años, no se, después de todo no se si soy tan bueno para las fechas. El punto es que me entere de la relacion paralela de mi viejo, del por que del desprecio de mi vieja y sobre todo, del por que del divorcio bien entrado en los 24 años. Bien pelotudo señores. Aplausos por favor. Pero bueno, el ignorante no ignora por que quiere, sino por que no puede hacer otra cosa que ignorar, que eso no seria mas que querer hacerlo…
Al recordar toda esa conversación con mi viejo el dolor se volvio aun mas profundo, tuve que llevar mis manos hacia el pecho y controlar mi respiración. Inhalé y exhalé durante unos 10 minutos, y logre hacerlo. Asi que volvi a esconder mi cabeza entre las manos sudorosas que tenia ahora para poder seguir encontrando el dolor de aquella mortal punzada.
Asi que mi viejo se estaba librando sus culpas, y utilizaba a su hijo de 24 años – flor de pelotudo!- para hacerlo. Y yo lo deje hacerlo, obviamente, lo escuche, y nada mas lo escuche. Es que esa historia me daba nauseas, no podia creer que este desahogandose de sus revolcadas conmigo, tenia ganas de levantarme de la silla y trompearlo hasta defigurarle la cara. Pero no lo iba a hacer, era pelotudo, si, pero no un loco asesino. Contuve mi ira, y decidi que a partir de ese dia no iba a hablarle mas a ese ser que me parecia tan despreciable por entonces, y que decia ser mi viejo.
Senti como las lagrimas empezaron a caer por mi cara,y el dolor del pecho comenzo a ser mas fuerte todavía, me estaba cortando la piel en mil pedazos, me estaba quemando, me estaba flagelando,y de repente, tuve otra ida al pasado. Esta vez era diferente, ahì estaba yo, parado en medio de la iglesia, pidiendo perdon, vaya dios a saber por què Y parecia que todo siempre giraba alrededor del mismo sentimiento. Parece que el mundo siempre gira alrededor de lo mismo, como si nada mas importara que sentirse de tal o cual forma, como si todo lo que hicieramos o pensaramos es por esquivar esta sensación que ahoga, que te deja un nundo en la garganta, que a veces no te deja ni llorar, ni pensar, ni hablar, ni ningun ni que se le parezca. Por mi culpa por mi culpa, por mi grandisima culpa. Desde chiquitos estamos sometidos a esa frase que al decirla y golpearse fuertemente el pecho con el puño cerrado pareciera liberarte de todo lo malo que decis, pensas o haces. ¿Quien dice que en verdad existe la culpa?, por que esa forma de tapar las actitudes con la culpa. Por mi culpa por mi culpa por mi grandisima culpa. Nunca lo entendi tanto como en este momento. Parece que todo lo que hago es para justificar la culpa que siento por tantas cosas. ¿Sera culpa?, ¿existe de verdad la culpa?, ¿y si paso tan solo lo que tenia que pasar y ya?, ¿por que el castigo que tenes que darte para poder lograr el perdon de algo totalmente ajeno a vos y a tu vida?.
La culpa. Es algo tan abstracto y a la vez tan visible y tocable que ya es indescriptible, puedo decir quien siente culpa con tan solo escuchar lo que habla, por tan solo ver un minimo gesto. Puedo decir que actuo siempre a raiz de una culpa que me mata, que me hace agonizar, que me hace sentir chiquito e indefenso, que hace que me sienta perdido continuamente, sin encontrarle un rumbo a nada, sin saber por que hago lo que hago ni para que lo hago. Por mi culpa por mi culpa por mi grandisima culpa. Tengo intacta la imagen de mi mismo ahogando mi puño en el pecho como si pudiera realmente llegar al corazon, agarrarlo con todas mis fuerzas y apretujarlo, extirparlo y tirarlo al rio como una piedra que es arrojada por un chico que intenta hacer sapitos. Sagrado corazon de Jesús, en vos confio. Ahí esta el corazon, el pecho abierto, la cara angustiante, y la culpa. La culpa de todo aquel que no confio y lo mato. Por mi culpa por mi culpa por mi grandisima culpa. Y entonces, como por arte de magia, el dolor paro. Levante la cabeza, mire hacia el frente, respire hondo un par de veces mas y me levante.
Mientras me hacia una gran tasa de café los años comenzaron a pasar por mi mente, exactamente hoy hacia dos años y medio que no hablaba con mi viejo. Exactamente hoy hacia dos años y medio que la conocia a ella.

La puerta empezo a sonar con el énfasis de todos los jueves….latia con tanta fuerza que pense que esta vez si la iba a lograr derribar…asi que me adelante una vez mas y logre abrirla antes de que mi hermana siga dejando sus marcas en ella. Entro acalorada, arrebatada, con el jean caido y el pelo todo enredado, no necesite preguntar de donde venia…esa facha era propia de un “buen viaje en bondi” como ella siempre me decia.
Se sento, tomo agua de su botella y comenzo con su speach:

-Tengo la solucion a tus problemas. Estuve pensando mucho en vos…y en tu temita… asi que ahí te va, escucha bien eh, por que creo que esta vez le di en el palo: ni contigo, ni sin ti.

Cerro su botella, me miro y sonrio. Feliz, feliz por haber dicho la frase justa en el momento justo. Simplemente feliz.

Abri los ojos de par en par y mire fijo a mi hermana. Su frase habia dado en el blanco. Cayò del cielo en lugar y en el momento justo, le palmee la espalda y Sali corriendo de mi casa.

De repente la tasa de cafè se deslizo de mis manos. Què cagaso que me peguè por culpa de los golpes que alguien le estaba dando a mi puerta.
-Abrime, queres???, abrime que me estoy mojando
Era ella, que hacia aca???
-Vine a deshacerme de toda la mierda que fui y a juntar todo lo bueno que perdì. Vine a decirte que te quiero, y no te imaginas cuànto te quiero.
Vine a decirte que me la hubiese jugado desde el primer dia, y vos siempre tan conflictuado
-Conflictivo
-Y vos siempre tan conflictivo
-Tanto como vos conmigo….
-Vine a decirte que hasta acà puedo yo, que esto no da para màs que me llevo lo mio a otra parte.
-¿Què pasò? ¿te cansaste de andar conmigo y con mi viejo y te vas?
-¿Porquè no maduràs? ¿por què no te das cuenta de una puta vez que no fui nunca yo la que estubo con tu viejo? ¿por què no te das cuenta que me usaste como la escapatoria fácil a todos tus problemas?. Tan sòlo fui eso, algo ajeno a todo lo que sos, que cuando te empezò a importar lo metiste en tu mambo para poder deshacerlo.
Me quedè mudo y me di cuenta de la realidad. Ella siempre habìa sido solamente mìa. Mis pocas ganas de querer ver me nublaron lo que tenia enfrente, me quedè atrapado, perdido en la niebla, me quedè mudo. Bajè la mirada y llorè.
-Quedate tranquilo mi amor, vos tambièn fuiste la escapatoria simple a todos mis problemas. Sòlo que ya no quiero que sea asì. Esto va a terminar acà.
Levante la mirada y vi sus ojos hinchados por culpa de otra de las tantas làgrimas que habia derramado por mi.
- Asi que esta historia no termina acà, tan sòlo es otra despedida sin final. Un final màs. Uno que se tiene que volver a juntar. – Dijo, me besò, y se marchò.

martes, 22 de junio de 2010

El ser que no quiere ser

Y así, después de tanto tiempo, te devolví tu sombra. De pronto sentí frío en la estación y miré hacia atrás para verla alejarse, apresuradamente; corrió detrás de ti (y no la culpo, yo hubiera hecho lo mismo). El viento me cortajeaba los huesos de tan acostumbrada que estaba a su calor. No me había soltado desde el día en que me la regalaste y yo, sin pensarlo dos veces, dejé el alma en tus pies para que algo de mí también te siguiera. Tu sombra se fue pero mi alma no vuelve. Está todavía enredada en tus ojos, te grita, te sacude, te muerde…pero vos no la ves ni la oís. Yo la llamo todas las noches para que vuelva conmigo, pero alojada en tu pecho, en el exacto lugar que antes le correspondìa a mi cabeza, se siente mejor. Aunque sabe de sobra que ya no la querés ahí.

Tiré todo a la basura, todo menos tu vacío. Lo respiro cada vez que duermo en la misma cama donde alguna vez perdí mucho más que los miedos y gané más que libertad, mocosa entregada, descerebrada. El recuerdo se trepa por mis sábanas y me gruñe, me susurra tus mentiras edulcoradas, y ahora que las veo desnudas se me clavan como alfileres. Me duele un hombre en el cuerpo. Me duele en todos lados. Y ese recuerdo inmundo que no para de ladrar, y la pregunta que me insiste en la cabeza: ¿amigos PARA QUÉ? Todas las mañanas te entierro y todas las noches te resucito, sin llegar a matarte del todo, mientras que ese maldito recuerdo me mata de a poco a cada hora y a vos nada te conmueve. Envidio profundamente tu discapacidad emocional, el control de tu mente, esa paz casi sedante que lograbas contagiarme. Pero por sobre todas las cosas envidio que no me quieras, porque yo quisiera no quererte. Dichoso vos que sos el cazador.

Aprendí muchas cosas, y tal vez la mayor fue que la gente miente en mil y un lenguajes. Tu cuerpo entero miente, y el engaño es tan perfecto, tan exquisito, tan sublime, que la propia víctima pide por más. Así, cada madrugada te sangro con locura, y cuando despierto combato a la conciencia, cauterizo mis heridas quemándome, consumiéndome, volándome los sesos con lo que encuentro a mano, mezclando tu perfume con las huellas de tus manos cada vez que decido aniquilarme. Anoche me suicidé por octava vez y surgí de mis cenizas un poco más fuerte (siempre es así), todavía temblando sin tu sombra pero sintiendo que, de a poco, todo se desdibuja. Incluso este amor que mordió la banquina, incluso esos besos que siempre dicen que no, incluso todas las putas canciones que me taladran los oídos hablándome de vos. Qué poco rato dura la vida entera (y qué poco te conformó el túnel de mis piernas) y cómo me desintegra volver a ser mortal. Que puta, que utópica y que efímera resultó mi libertad de a dos después de todo. Y sigo muriédome con vos si te mato, y sigo matándome con vos si te morís. Ingenua, estúpida, insoportablemente viva, sabiendo que este adiós no maquilla un hasta luego y que este nunca no esconde un ojalá, y queriendo taparle la boca a Sabina para que no me torture más. Pero a pesar de todo esto, sé que estas palabras crudas, estas lágrimas de tinta que fluyen imitando las reales que manchan la mesa, son las últimas. O tal vez no. Pero pienso que lo sean. No conozco otra manera de empezar a cerrar la puerta. No conozco otra manera de dejarte ir, más que saborar con la punta de la lengua mi antigua libertad. Deliciosa como siempre, me invita a devorarla, y yo no digo que no. Será cuestión de tiempo: ella siempre hace pedazos la amargura.

lunes, 21 de junio de 2010

Un velo de alquitrán en la mirada

Que lindo sería tener memoria de tiza y un borrador siempre a mano. Así veríamos volar recuerdos hechos polvillo, y ni bien nos cosquillearan en la nariz,podr+iamos alejarlos con un estornudo.
Que lindo sería hacer bollitos de papel con el pasado y hacerlos saltar por los aires, prender el fuego y mirar como la llama se consume, crepita, se eleva hacia la noche, y el humo nos deja para siempre.
Que lindo sería apretar rewind y volver a grabar sobre las imágenes, los sonidos, los sabores, otras imágenes, otros sonidos, otros sabores, y que cuando nos pregunten qué había antes en la cinta podamos contestar: "Uy, la verdad que no sé"
Que lindo sería que todo se arreglara pasando CIF crema sobre ese rincón rebalsado de historias y la superficie quedara impecable, lista para escribir nuevamente. Todo borrado, todo (hasta un "Yo te todo" en tinta indeleble)
Que lindo sería resetear nuestro sistema para que arranque nuevo, sin tener que detonar las ruinas del anterior para, trabajosamente, armar de nuevo, construir, arreglar aquello roto que valga la pena rescatar.
Que lindo sería meter la mano en nuestra cabeza y arrancarle las hojas tachadas, borroneadas, mordisqueadas, o llenas de palabras que ofenden nuestros ojos (fotos veladas de un tiempo mejor)
Sería tan lindo sacar la basura del corazón como se saca de la casa. Que las heridas cicatricen con una sola pasada de alcohol. Que no sangre. Que no duela. Que no muerda las entrañas. Pero sabemos que no es así: la memoria es una pared de ladrillos, que a veces se cubren de moho. No cede ante los golpes, no podemos dinamitarla, sólo podemos darle puñetazos que al final lo único que rompen son nuestros huesos contra su inquebrantable figura. Lo único que podemos hacer es pintarla, cambiarle el color, cubrirla con el empapelado que más nos guste, recordar que siempre estará ahí pero cambiar el modo de verla. Después de todo, entre tanto resto de mugre también estan los ladrillos que nos mantienen de pie.
Hola memoria, ¿cómo estás? Te hace falta una mano de pintura.

miércoles, 16 de junio de 2010

Shinny Happy People

“Nunca es justa la felicidad” Julieta, con 15 años, escuchó por primera vez esa frase surgiendo de los parlantes y un escalofrío muy sutil le recorrió la espalda. Aquella todavía no sabía cuanto cliché hay detrás del concepto de felicidad y no sabía ni siquiera disfrutar de la propia. Me separan unos 6 años y varias vidas (aproximadamente, 1 gato y medio… resucitando con rapidez) de aquella primera vez en que justicia y felicidad chocaron dentro de mi cerebro, pero el mismo principio viene hace rato escondido en mi memoria. “Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”, decía mi abuela mientras repasaba las camisas en la tabla de plancha, una ceja alzada en un gesto escéptico que chorreaba sangre italiana. No sé por qué creemos que la felicidad es una cosa que tenemos que alcanzar, algo que está ahí, al final de un camino. Soñamos con llegar un día, tocarla, abrazarla, guardarla en una cajita. Pero no gente, así no es. La felicidad no puede cosificarse (aunque hoy por hoy, parece que todo se cosificara), no se puede encadenar, colgar de la pared, ocultar bajo la almohada. La felicidad es polvo de momentos, polvo que erróneamente barremos una y otra vez. No es un estado permanente de goce, no es vivir las veinticuatro horas del día en un éxtasis ni la sensación constante de que los pies no tocan el suelo. Es un puñado de sonrisas, de latidos, de roces, de palabras, de antojos, de historias. Y ese rejunte es tan enorme que resulta inverosímil. Por eso se la ve tan lejana, tan injusta, tan irreal. Por eso hay cosas “tan perfectas que asustan”. Acostumbrados a la mala costumbre, a adormecernos, a enmudecernos, a que cada martes sea la remake de un lunes, cuando algo nos rescata de ese insoportable estado de conciencia pensamos que no puede durar, o que es una ilusión, y vivimos llorando finales que no han llegado, mentiras que no se han dicho. “Un velo de alquitrán en la mirada”, señores. Digo yo, ¿no será hora de creer un poco en milagros? De los terrenales, no sólo de los divinos. De esos que producimos sin darnos cuenta, porque nos creemos tan insignificantes en estas prisiones de asfalto y neón que no nos creemos capaces de hacer explotar momentos felices. Yo cada vez que me levanto hago un milagro. Lo hago desde que soy muy chiquita, pero hace poco lo ví con claridad: cada vez que me levanto, mi mamá sonríe. Es un segundo que llena de luz el living, que endulza el café con leche, que pinta la mañana como si sobre ella hubieran reventado globos llenos de acuarela. Si yo soy capaz de provocar un milagro en ella, ¿por qué no habría de creer que una noche cualquiera, a una hora cualquiera, otra persona podría provocarlo en mí? Me pasó miles de veces, y muchas de ellas seguí de largo, porque “no podía ser”, porque “mañana se le pasa”, porque “tanto rock no puede ser verdad”. Y si, mucho rock puede ser verdad, torrentes de rock, maremotos de alegría, ejércitos de carcajadas, un universo de caricias en el alma. Lo que existe no es la felicidad, sino las FELICIDADES. Y qué absurdo y estúpido, que autosabotaje, que traición, es vivir todos los días pensando que esos momentos van a esfumarse en lugar de cerrar los ojos y dejar que, poco a poco, los zapatos se despeguen del piso para luego caer y rebotar. Me llueve limosna, abue. Pero no soy ninguna santa.