sábado, 26 de junio de 2010

LET IT BE (let it bleed)

-Sabes que te amo, ¿verdad? – dijo y dio media vuelta su torso desnudo para poder adecuarse a la cama y así comenzar a dejar volar su imaginación para luego dormirse.
- Si – fue todo lo que dije. Besé su frente con mis labios mojados y suaves, le acaricie la espalda, y sentí cómo su respiración iba tomando sentido con la mía. Lenta, suave, casi imperceptible.

Nos habíamos conocido hacia un año, año y medio, tal vez dos. Hay un punto en el que mi mente no recuerda, o no quiere recordar tal vez, el tiempo exacto que llevábamos viviendo de esta manera.
Es que nuestras vidas parecían nunca estar en sintonía. Nos amábamos, sí, pero por alguna extraña razón la relación nunca había logrado tener algún mínimo de sentido. Salvo el sexo, claro, y este era estupendo.
Por eso sabia que la amaba, por que de todas mis habituales relaciones, la mayoría sexuales, frustradas y dignas de ser olvidadas, esta tenia algo tan particular que no me dejaba avanzar. No podía hacerlo en ningún sentido, ni para olvidarla, por más que me cueste, ni para agarrarla y mantenerla a mi lado por el resto de nuestras vidas, o al menos, intentarlo.
Por esto es que era más mágica todavía. Nos conocíamos casi perfectamente, yo sabía de todas sus historias y revolcadas, y ella tenia alguna idea de las mías, por que a mi mucho de esto con ella no me gustaba hablar. Me daba celos suponer que estaba con este o con aquel, y pensaba que a ella no le agradaría el hecho de que yo hiciera lo mismo. No lo se realmente, nunca se lo pregunte. Nunca me lo dijo. La mayoría de mis dudas están aún ahí, estancadas cual ciclo económico por entrar en decadencia, estancadas como agua de pileta en invierno, estancadas. Estancadísimas.

-Todas las mañanas iguales. O casi todas, desde hace ya dos años y medio - y cuando se comporta de este modo es cuando más la amo, sabe todo perfectamente, todo…- Y lo peor, es que me encanta. Me encanta por el hecho de que comencé a vivir con esto, empecé a naturalizar esta relación al punto de que ya el resto no importa tanto. O eso pensaba yo, no lo se, a veces me siento como en una nebulosa de la cual no puedo escapar para ver bien que es lo que esta sucediendo.
Y digo que me encanta, por que realmente esto parece. Puedo sufrir un día entero, retorcerme a causa del desgarro que provoca el dolor de sentirme abandonada , retorcerme del dolor que provocan las lágrimas cuando caen con tanta fuerza que parecen estar queriendo abrir paso en tu piel, quemarla y luego pasar a tus huesos y hacerlos añicos, retorcerme del dolor de no poder conciliar el sueño, y tan solo lograrlo luego de horas de haber agonizado. Luego de esta etapa digna de alguien que lo único que quiere es que lo maten para que deje de sufrir, llega el olvido. Y este olvido repentino es lo que me hace decir que esta relación me encanta.
Es que al escuchar tu voz ya todo cambia, mi vida vuelve a tener algo de sentido, mi corazón vuelve a latir con fuerza, mis manos dejan de temblar. Todo en mi vuelve a recobrar su vida. Y me olvido. Me olvido de las ganas de morir que había sentido, me olvido de las ganas de tener fuerzas y poder mandarte a la punta de la montaña más alta y lejana, y más fría obviamente, existente en el planeta. Me olvido de todo, de todo. Y vuelvo a reír, vuelvo ver, vuelvo a saber que hacer.

El día que escuché esas palabras un cuchillo atravesó mi estomago de lado a lado. No sentía absolutamente nada más que esa punzada espantosa que ocasionaba saber que hacia sentir así a alguien. Yo la miraba fijo mientras veía cómo de sus labios iban saliendo las palabras con esa forma tan especial que tenia ella de hacerme sentir mal, y no es que esto fuera lo que buscaba, no, sino que tan solo necesitaba desahogarse para poder seguir viviendo al lado mío. Como ya tantas veces lo había hecho. Sólo que esta vez el distinto era yo. La observe muy detalladamente durante su discurso, cómo movía las manos, cómo se acomodaba el pelo nerviosamente a causa de mi penetrante mirada, cómo daba temblores que me daban ganas de abrazarla y no soltarla. Definitivamente me estaba haciendo sentir como un monstruo, pero como siempre, no iba dejar que ella se de cuenta de lo que estaba ocasionando en mí. No se por que mierda nunca me pude abrirme totalmente y dejarme atrapar por ella.

Esa imagen se me vino a la mente mientras esperaba, acostado a su lado, intentando adivinar si dormía, o si tan solo fingía. Tomé coraje y le hable:
-No sé qué me pasa con vos. No sé dónde estoy parado. No sé para que lado correr. Un día te amo con locura, y al otro sólo intento olvidarme de vos. No quiero que estés mal por culpa de mis miedos. Se que tendría que madurar mi amor, pero no puedo, hay algo que me esta impidiendo hacerte feliz y no se que mierda es.
Su respiración volvió a subir el tono, se que me escuchaba, se que sentía que yo estaba mal, de verdad me creía esa angustia que estaba sintiendo, pero no respondía. Tantas veces había intentado hacerme entrar en razón. Tantas veces había querido una respuesta a sus preguntas. Tantas veces había querido ponerle algún punto a esta extraña relación que estábamos construyendo. Juntos. Por que tanto el uno como el otro sabia perfectamente que algo andaba mal, y sin embargo seguíamos ahí acostados, como todos los miércoles de cada semana, desde hacia ya un año…bueno dos años y medio, como bien supo recordarme aquella vez.
Así que espere, espere a ver que hacia. No sabía que decir ni que hacer. Espere, 1, 2, 3, 4, 5 minutos eternos, fueron los peores 5 minutos de mi enfermiza existencia humana. Y logró relajarse, mis manos volvieron a acariciar su pelo, lo hice con la suavidad y dulzura que estuvieron a mi alcance. Lo hice durante un largo rato, mientras respiraba, mientras se concentraba en respirar lentamente. Luego baje a su espalda y la recorrí con las yemas de los dedos, trazando círculos que hacían que se le ponga la piel de gallina. Estaba sintiendo mi amor. Se que esto le daba miedo, y se que pensaba que esto parecía una despedida, un triste despedida. Por que así lo estaba sintiendo yo.
De repente se dio media vuelta bruscamente. Pasó su mano izquierda y la apoyo sobre el otro lado de la cama, dejándome inmovilizado bajo su poder. Me miró fijo. Aguantamos las miradas durante unos segundos que se fueron eternizando cada vez más y más….abrió la boca, sé que su intención fue comenzar a largar un sermón, de esos que puede dar un padre a su hijo, de esos que puede dar una novia enojada, de esos que pueden dar una amiga o amigo cuando algo en tu vida anda mal. Pero no lo hizo, no se que fue, pero algo la detuvo. Las frases debían de estar bailando en su mente como cada día de agonía que había tenido a mi lado, queriendo salir, queriendo abrirse camino entre sus dientes y su lengua para correr a mis oídos y entrar en mi cabeza. Como ya lo había hecho antes. Pero no lo hizo. Sólo pudo mirarme un instante más, sentir mi aliento, sentir mi mirada fija y dura, mi confusión, mi angustioso dolor. Y me besó. Me besó como nunca antes nadie me había besado en mi vida. Fue como si encajáramos perfectamente, como si fuéramos una sola persona. Duro horas, horas y horas.
Mis brazos lentamente se posaron sobre sus hombros, y la aleje de mí. Se acomodó torpemente en la cama y miró el techo. Esperando una reacción, una palabra. Pero nada. Nos quedamos dormidos así, ella sobre mi pecho, mi brazo agarrándola fuertemente para que no intentara escapar y salir corriendo como tantas veces. Y dormimos. Y qué bien que dormimos
Y así, como todas las mañanas iguales desde hacia dos años y medio, nos despertamos, nos miramos, nos reímos, nos besamos. Había que seguir, cada uno tenia su vida planificada, y obviamente, separada. Nunca encontrada. Maldita sea, la bronca que me producía esa enorme brecha no tiene nombre. Me la trague. Desayunamos, y nos marchamos. Nunca le había hecho comentario alguno sobre lo que me dolía a mí esta situación, casi tanto o más que a ella, ¿que por qué no lo hice? Por que sabía que su instinto femenino no iba a dejarla creerme, por que sabía que su reacción iba a ser una estùpida y hermosa risa cargada de una bronca inigualable y seguida de lágrimas que no iba a saber cómo curar. Así que siempre me contuve, tan sólo la abrazaba, tan sólo la besaba, tan sólo la amaba. A mi manera, pero la amaba.

- Será hasta el miércoles mi amor
- Si, como sea- contestó aguantando las lágrimas que querían comenzar a destrozar una vez más su cara- hasta el miércoles mi vida.

Yo sabia lo que pasaba por su cabeza en ese momento, conocía a la perfección todas y cada una de las reacciones de su cara. Y eso era algo que guardaba para mi, no se lo decía, pero sabia lo que sentía.

Era jueves, y no tenía nada interesante que hacer, más que pensar en él, en lo que había pasado la noche anterior, o lo que había dejado de pasar. Pero este jueves era distinto. Mientras caminaba por la calle me di cuenta de lo fuerte que brillaba el sol, y del calor que esto me estaba produciendo. La puta madre que te parió sol, pensé, y seguí caminando hasta la parada del colectivo.
Al llegar a casa no tuve mas remedio que tirarme a dormir otro rato, estar levantada, sola y sin nada que hacer no iba a jugar a mi favor. Así que mire la cama con amor, me mentalice en que descansar era una buena, perfecta, perfectísima idea, y me tire sobre ella cual clavadista se tira a la pileta.
Mi mente empezó a retorcerse, las lágrimas querían salir y destrozar mis ojos, pero no iba a dejar que eso ocurriera. Esta vez no, mi mente ya estaba dando saltos a mejores y más sanos pensamientos, así que no iba a dejar que la amargura me invadiese y me arruinara otra semana más de mi vida. Y lo logre, me dormí. No se cuánto habré dormido la verdad, porque en ningún momento mire el reloj al llegar a casa, pero cuando desperte el sol ya no estaba. Pense que habia sido una lastima perder todo un dia de mi vida durmiendo, pero bueno, por lo menos eso habia ayudado a no pensar en nada poco sano. Me estire con demasiada exageración sobre la cama, comence a sentir los tirones que daban mis musculos entumecidos a causa de las largas horas de sueño que me habia permitido, y me di cuenta de que algo habia cambiado en mi. No supe a la perfeccion que era, pero me notaba tranquila, mi mente no estaba retorciendose, mis ojos no ardian, y mi cabeza no dolia. Una sensación rara para ser jueves, pense, me rei para mis adentros y me levante.
La noche anterior habia sido bastante rara, poco habitual, pero no me encontraba mal, no me sentia sola, ni poco querida, ni abandonada como tantas otras veces me habia sentido a causa de su poco habitual forma de hacerme sentir amada. Sus palabras al fin habian tenido algun sentido para mi, tal vez fue su forma de tocarme, o de besarme, no lo se. Pero algo en èl habia cambiado esta vez. Pense en llamarlo para vernos, queria, necesitaba volver a sentirlo. Pero sabia que no tenia que hacerlo. No era miércoles. Era jueves.

Al llegar a casa me desplome en el sillon, tenia una extraña sensación atravesándome el cuerpo en ese momento, es como si no hubiese dormido por dias, estaba exhausto, me dolian las piernas, los brazos y sobre todo el pecho. Sentia una tremenda punzada en el pecho. Me estaba matando. Asi que me deje llevar y atrapar por los enormes brazos de mi blanco y nuevo sillon, me hundi en èl como si este fuera lo unico reconfortante en toda la casa. Y asi fue, por que cuando me desperte no entendia nada, el dolor que habia sentido en las piernas y los brazos ya no estaba, mi mente estaba mucho mas relajada y despejada, el sueño ya no me aturdia, pero, extrañamente, el dolor en el pecho seguia. Me sente de golpe. Apoye mis codos sobre las piernas y escondi mi cabeza entre mis manos. Algo andaba mal. De repente, mientras estaba ahí escondido hurgando en mis adentros para detectar que me pasaba, recorde una conversación que habia tenido con mi viejo muchos años atrás. Es que èl era como yo, por eso no habia podido terminar de forma una relacion con mi viejo, me estaba dando cuenta de cada una de sus palabras ahora. Que ironia dios, ¿tanto tiempo puede perder uno hasta darse cuenta de cómo son las cosas?. Parece que si.
Por aquel entonces, cuando tuve esta charla con mi viejo, èl y mi vieja ya se habian divorciado. Un alivio, sinceramente, los ladrillos que me sacaron de encima cuando lograron firmar esos papeles no tienen forma de ser cuantificables. En fin, el hombre hablaba de forma muy rara, como liberandose de algo, me contaba de lo mucho que habia amado a mi vieja, y de que ahora se daba cuenta el por que de su rechazo. Claro, la pobre lo habia pescado con una relacion que llevaba mas de 10 años, y sin embargo lo habia perdonado, y el habia dejado todo por ella. Por lo menos eso parecio por un tiempo. Pero a los meses la guerra volvio a estallar, y mi vieja lo termino echando un poco mas por la ventana. Y el nunca mas volvio a entrar. Obviamente cuando paso todo esto yo no me di cuenta, tendria alrededor de unos 13 o 14 años, no se, después de todo no se si soy tan bueno para las fechas. El punto es que me entere de la relacion paralela de mi viejo, del por que del desprecio de mi vieja y sobre todo, del por que del divorcio bien entrado en los 24 años. Bien pelotudo señores. Aplausos por favor. Pero bueno, el ignorante no ignora por que quiere, sino por que no puede hacer otra cosa que ignorar, que eso no seria mas que querer hacerlo…
Al recordar toda esa conversación con mi viejo el dolor se volvio aun mas profundo, tuve que llevar mis manos hacia el pecho y controlar mi respiración. Inhalé y exhalé durante unos 10 minutos, y logre hacerlo. Asi que volvi a esconder mi cabeza entre las manos sudorosas que tenia ahora para poder seguir encontrando el dolor de aquella mortal punzada.
Asi que mi viejo se estaba librando sus culpas, y utilizaba a su hijo de 24 años – flor de pelotudo!- para hacerlo. Y yo lo deje hacerlo, obviamente, lo escuche, y nada mas lo escuche. Es que esa historia me daba nauseas, no podia creer que este desahogandose de sus revolcadas conmigo, tenia ganas de levantarme de la silla y trompearlo hasta defigurarle la cara. Pero no lo iba a hacer, era pelotudo, si, pero no un loco asesino. Contuve mi ira, y decidi que a partir de ese dia no iba a hablarle mas a ese ser que me parecia tan despreciable por entonces, y que decia ser mi viejo.
Senti como las lagrimas empezaron a caer por mi cara,y el dolor del pecho comenzo a ser mas fuerte todavía, me estaba cortando la piel en mil pedazos, me estaba quemando, me estaba flagelando,y de repente, tuve otra ida al pasado. Esta vez era diferente, ahì estaba yo, parado en medio de la iglesia, pidiendo perdon, vaya dios a saber por què Y parecia que todo siempre giraba alrededor del mismo sentimiento. Parece que el mundo siempre gira alrededor de lo mismo, como si nada mas importara que sentirse de tal o cual forma, como si todo lo que hicieramos o pensaramos es por esquivar esta sensación que ahoga, que te deja un nundo en la garganta, que a veces no te deja ni llorar, ni pensar, ni hablar, ni ningun ni que se le parezca. Por mi culpa por mi culpa, por mi grandisima culpa. Desde chiquitos estamos sometidos a esa frase que al decirla y golpearse fuertemente el pecho con el puño cerrado pareciera liberarte de todo lo malo que decis, pensas o haces. ¿Quien dice que en verdad existe la culpa?, por que esa forma de tapar las actitudes con la culpa. Por mi culpa por mi culpa por mi grandisima culpa. Nunca lo entendi tanto como en este momento. Parece que todo lo que hago es para justificar la culpa que siento por tantas cosas. ¿Sera culpa?, ¿existe de verdad la culpa?, ¿y si paso tan solo lo que tenia que pasar y ya?, ¿por que el castigo que tenes que darte para poder lograr el perdon de algo totalmente ajeno a vos y a tu vida?.
La culpa. Es algo tan abstracto y a la vez tan visible y tocable que ya es indescriptible, puedo decir quien siente culpa con tan solo escuchar lo que habla, por tan solo ver un minimo gesto. Puedo decir que actuo siempre a raiz de una culpa que me mata, que me hace agonizar, que me hace sentir chiquito e indefenso, que hace que me sienta perdido continuamente, sin encontrarle un rumbo a nada, sin saber por que hago lo que hago ni para que lo hago. Por mi culpa por mi culpa por mi grandisima culpa. Tengo intacta la imagen de mi mismo ahogando mi puño en el pecho como si pudiera realmente llegar al corazon, agarrarlo con todas mis fuerzas y apretujarlo, extirparlo y tirarlo al rio como una piedra que es arrojada por un chico que intenta hacer sapitos. Sagrado corazon de Jesús, en vos confio. Ahí esta el corazon, el pecho abierto, la cara angustiante, y la culpa. La culpa de todo aquel que no confio y lo mato. Por mi culpa por mi culpa por mi grandisima culpa. Y entonces, como por arte de magia, el dolor paro. Levante la cabeza, mire hacia el frente, respire hondo un par de veces mas y me levante.
Mientras me hacia una gran tasa de café los años comenzaron a pasar por mi mente, exactamente hoy hacia dos años y medio que no hablaba con mi viejo. Exactamente hoy hacia dos años y medio que la conocia a ella.

La puerta empezo a sonar con el énfasis de todos los jueves….latia con tanta fuerza que pense que esta vez si la iba a lograr derribar…asi que me adelante una vez mas y logre abrirla antes de que mi hermana siga dejando sus marcas en ella. Entro acalorada, arrebatada, con el jean caido y el pelo todo enredado, no necesite preguntar de donde venia…esa facha era propia de un “buen viaje en bondi” como ella siempre me decia.
Se sento, tomo agua de su botella y comenzo con su speach:

-Tengo la solucion a tus problemas. Estuve pensando mucho en vos…y en tu temita… asi que ahí te va, escucha bien eh, por que creo que esta vez le di en el palo: ni contigo, ni sin ti.

Cerro su botella, me miro y sonrio. Feliz, feliz por haber dicho la frase justa en el momento justo. Simplemente feliz.

Abri los ojos de par en par y mire fijo a mi hermana. Su frase habia dado en el blanco. Cayò del cielo en lugar y en el momento justo, le palmee la espalda y Sali corriendo de mi casa.

De repente la tasa de cafè se deslizo de mis manos. Què cagaso que me peguè por culpa de los golpes que alguien le estaba dando a mi puerta.
-Abrime, queres???, abrime que me estoy mojando
Era ella, que hacia aca???
-Vine a deshacerme de toda la mierda que fui y a juntar todo lo bueno que perdì. Vine a decirte que te quiero, y no te imaginas cuànto te quiero.
Vine a decirte que me la hubiese jugado desde el primer dia, y vos siempre tan conflictuado
-Conflictivo
-Y vos siempre tan conflictivo
-Tanto como vos conmigo….
-Vine a decirte que hasta acà puedo yo, que esto no da para màs que me llevo lo mio a otra parte.
-¿Què pasò? ¿te cansaste de andar conmigo y con mi viejo y te vas?
-¿Porquè no maduràs? ¿por què no te das cuenta de una puta vez que no fui nunca yo la que estubo con tu viejo? ¿por què no te das cuenta que me usaste como la escapatoria fácil a todos tus problemas?. Tan sòlo fui eso, algo ajeno a todo lo que sos, que cuando te empezò a importar lo metiste en tu mambo para poder deshacerlo.
Me quedè mudo y me di cuenta de la realidad. Ella siempre habìa sido solamente mìa. Mis pocas ganas de querer ver me nublaron lo que tenia enfrente, me quedè atrapado, perdido en la niebla, me quedè mudo. Bajè la mirada y llorè.
-Quedate tranquilo mi amor, vos tambièn fuiste la escapatoria simple a todos mis problemas. Sòlo que ya no quiero que sea asì. Esto va a terminar acà.
Levante la mirada y vi sus ojos hinchados por culpa de otra de las tantas làgrimas que habia derramado por mi.
- Asi que esta historia no termina acà, tan sòlo es otra despedida sin final. Un final màs. Uno que se tiene que volver a juntar. – Dijo, me besò, y se marchò.

martes, 22 de junio de 2010

El ser que no quiere ser

Y así, después de tanto tiempo, te devolví tu sombra. De pronto sentí frío en la estación y miré hacia atrás para verla alejarse, apresuradamente; corrió detrás de ti (y no la culpo, yo hubiera hecho lo mismo). El viento me cortajeaba los huesos de tan acostumbrada que estaba a su calor. No me había soltado desde el día en que me la regalaste y yo, sin pensarlo dos veces, dejé el alma en tus pies para que algo de mí también te siguiera. Tu sombra se fue pero mi alma no vuelve. Está todavía enredada en tus ojos, te grita, te sacude, te muerde…pero vos no la ves ni la oís. Yo la llamo todas las noches para que vuelva conmigo, pero alojada en tu pecho, en el exacto lugar que antes le correspondìa a mi cabeza, se siente mejor. Aunque sabe de sobra que ya no la querés ahí.

Tiré todo a la basura, todo menos tu vacío. Lo respiro cada vez que duermo en la misma cama donde alguna vez perdí mucho más que los miedos y gané más que libertad, mocosa entregada, descerebrada. El recuerdo se trepa por mis sábanas y me gruñe, me susurra tus mentiras edulcoradas, y ahora que las veo desnudas se me clavan como alfileres. Me duele un hombre en el cuerpo. Me duele en todos lados. Y ese recuerdo inmundo que no para de ladrar, y la pregunta que me insiste en la cabeza: ¿amigos PARA QUÉ? Todas las mañanas te entierro y todas las noches te resucito, sin llegar a matarte del todo, mientras que ese maldito recuerdo me mata de a poco a cada hora y a vos nada te conmueve. Envidio profundamente tu discapacidad emocional, el control de tu mente, esa paz casi sedante que lograbas contagiarme. Pero por sobre todas las cosas envidio que no me quieras, porque yo quisiera no quererte. Dichoso vos que sos el cazador.

Aprendí muchas cosas, y tal vez la mayor fue que la gente miente en mil y un lenguajes. Tu cuerpo entero miente, y el engaño es tan perfecto, tan exquisito, tan sublime, que la propia víctima pide por más. Así, cada madrugada te sangro con locura, y cuando despierto combato a la conciencia, cauterizo mis heridas quemándome, consumiéndome, volándome los sesos con lo que encuentro a mano, mezclando tu perfume con las huellas de tus manos cada vez que decido aniquilarme. Anoche me suicidé por octava vez y surgí de mis cenizas un poco más fuerte (siempre es así), todavía temblando sin tu sombra pero sintiendo que, de a poco, todo se desdibuja. Incluso este amor que mordió la banquina, incluso esos besos que siempre dicen que no, incluso todas las putas canciones que me taladran los oídos hablándome de vos. Qué poco rato dura la vida entera (y qué poco te conformó el túnel de mis piernas) y cómo me desintegra volver a ser mortal. Que puta, que utópica y que efímera resultó mi libertad de a dos después de todo. Y sigo muriédome con vos si te mato, y sigo matándome con vos si te morís. Ingenua, estúpida, insoportablemente viva, sabiendo que este adiós no maquilla un hasta luego y que este nunca no esconde un ojalá, y queriendo taparle la boca a Sabina para que no me torture más. Pero a pesar de todo esto, sé que estas palabras crudas, estas lágrimas de tinta que fluyen imitando las reales que manchan la mesa, son las últimas. O tal vez no. Pero pienso que lo sean. No conozco otra manera de empezar a cerrar la puerta. No conozco otra manera de dejarte ir, más que saborar con la punta de la lengua mi antigua libertad. Deliciosa como siempre, me invita a devorarla, y yo no digo que no. Será cuestión de tiempo: ella siempre hace pedazos la amargura.

lunes, 21 de junio de 2010

Un velo de alquitrán en la mirada

Que lindo sería tener memoria de tiza y un borrador siempre a mano. Así veríamos volar recuerdos hechos polvillo, y ni bien nos cosquillearan en la nariz,podr+iamos alejarlos con un estornudo.
Que lindo sería hacer bollitos de papel con el pasado y hacerlos saltar por los aires, prender el fuego y mirar como la llama se consume, crepita, se eleva hacia la noche, y el humo nos deja para siempre.
Que lindo sería apretar rewind y volver a grabar sobre las imágenes, los sonidos, los sabores, otras imágenes, otros sonidos, otros sabores, y que cuando nos pregunten qué había antes en la cinta podamos contestar: "Uy, la verdad que no sé"
Que lindo sería que todo se arreglara pasando CIF crema sobre ese rincón rebalsado de historias y la superficie quedara impecable, lista para escribir nuevamente. Todo borrado, todo (hasta un "Yo te todo" en tinta indeleble)
Que lindo sería resetear nuestro sistema para que arranque nuevo, sin tener que detonar las ruinas del anterior para, trabajosamente, armar de nuevo, construir, arreglar aquello roto que valga la pena rescatar.
Que lindo sería meter la mano en nuestra cabeza y arrancarle las hojas tachadas, borroneadas, mordisqueadas, o llenas de palabras que ofenden nuestros ojos (fotos veladas de un tiempo mejor)
Sería tan lindo sacar la basura del corazón como se saca de la casa. Que las heridas cicatricen con una sola pasada de alcohol. Que no sangre. Que no duela. Que no muerda las entrañas. Pero sabemos que no es así: la memoria es una pared de ladrillos, que a veces se cubren de moho. No cede ante los golpes, no podemos dinamitarla, sólo podemos darle puñetazos que al final lo único que rompen son nuestros huesos contra su inquebrantable figura. Lo único que podemos hacer es pintarla, cambiarle el color, cubrirla con el empapelado que más nos guste, recordar que siempre estará ahí pero cambiar el modo de verla. Después de todo, entre tanto resto de mugre también estan los ladrillos que nos mantienen de pie.
Hola memoria, ¿cómo estás? Te hace falta una mano de pintura.

miércoles, 16 de junio de 2010

Shinny Happy People

“Nunca es justa la felicidad” Julieta, con 15 años, escuchó por primera vez esa frase surgiendo de los parlantes y un escalofrío muy sutil le recorrió la espalda. Aquella todavía no sabía cuanto cliché hay detrás del concepto de felicidad y no sabía ni siquiera disfrutar de la propia. Me separan unos 6 años y varias vidas (aproximadamente, 1 gato y medio… resucitando con rapidez) de aquella primera vez en que justicia y felicidad chocaron dentro de mi cerebro, pero el mismo principio viene hace rato escondido en mi memoria. “Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”, decía mi abuela mientras repasaba las camisas en la tabla de plancha, una ceja alzada en un gesto escéptico que chorreaba sangre italiana. No sé por qué creemos que la felicidad es una cosa que tenemos que alcanzar, algo que está ahí, al final de un camino. Soñamos con llegar un día, tocarla, abrazarla, guardarla en una cajita. Pero no gente, así no es. La felicidad no puede cosificarse (aunque hoy por hoy, parece que todo se cosificara), no se puede encadenar, colgar de la pared, ocultar bajo la almohada. La felicidad es polvo de momentos, polvo que erróneamente barremos una y otra vez. No es un estado permanente de goce, no es vivir las veinticuatro horas del día en un éxtasis ni la sensación constante de que los pies no tocan el suelo. Es un puñado de sonrisas, de latidos, de roces, de palabras, de antojos, de historias. Y ese rejunte es tan enorme que resulta inverosímil. Por eso se la ve tan lejana, tan injusta, tan irreal. Por eso hay cosas “tan perfectas que asustan”. Acostumbrados a la mala costumbre, a adormecernos, a enmudecernos, a que cada martes sea la remake de un lunes, cuando algo nos rescata de ese insoportable estado de conciencia pensamos que no puede durar, o que es una ilusión, y vivimos llorando finales que no han llegado, mentiras que no se han dicho. “Un velo de alquitrán en la mirada”, señores. Digo yo, ¿no será hora de creer un poco en milagros? De los terrenales, no sólo de los divinos. De esos que producimos sin darnos cuenta, porque nos creemos tan insignificantes en estas prisiones de asfalto y neón que no nos creemos capaces de hacer explotar momentos felices. Yo cada vez que me levanto hago un milagro. Lo hago desde que soy muy chiquita, pero hace poco lo ví con claridad: cada vez que me levanto, mi mamá sonríe. Es un segundo que llena de luz el living, que endulza el café con leche, que pinta la mañana como si sobre ella hubieran reventado globos llenos de acuarela. Si yo soy capaz de provocar un milagro en ella, ¿por qué no habría de creer que una noche cualquiera, a una hora cualquiera, otra persona podría provocarlo en mí? Me pasó miles de veces, y muchas de ellas seguí de largo, porque “no podía ser”, porque “mañana se le pasa”, porque “tanto rock no puede ser verdad”. Y si, mucho rock puede ser verdad, torrentes de rock, maremotos de alegría, ejércitos de carcajadas, un universo de caricias en el alma. Lo que existe no es la felicidad, sino las FELICIDADES. Y qué absurdo y estúpido, que autosabotaje, que traición, es vivir todos los días pensando que esos momentos van a esfumarse en lugar de cerrar los ojos y dejar que, poco a poco, los zapatos se despeguen del piso para luego caer y rebotar. Me llueve limosna, abue. Pero no soy ninguna santa.

viernes, 11 de junio de 2010

Te sobra muerte y pasarela

Tenía una sola cosa en mente. La repetía una y otra vez, fijándola en su sistema, convenciéndose, alimentando una fé ciega en ese proposito, en esa misión. Como un mantra, hizo eco en su cerebro una vez más: "Kill the drama queen".
Apretó los dientes y los puños, aferrando el arma ya tibia entre sus manos. Horas en esa posición, esperando, rezando, susurrando, respirando entrecortadamente. Cada tanto giraba sobre sí misma dando un grito ahogado y las lágrimas corrían por sus mejillas, internándose en su boca, saladas, cálidas contra sus lábios lívidos. "Kill the drama queen, kill the drama queen, kill her, kill her, KILL HER!!!" ¿Cómo era posible que no pudiera deshacerse de sus garras? Allí estaba, con una media sonrisa, una mueca cruel, totalmente desprotegida, lista para sentir el plomo hundirse en su carne. Así estaba ella, indefensa, entregada...¡Y aún así era incapaz de liquidarla! Por un momento pensó que se había encariñado con ella, pero era tan absurdo como encariñarse con una espina atravesada en la garganta. Intentó golpearla, escupirle, tironear de su melena, decirle que la estaba arruinando, que la estaba consumiendo y que, por esa razón, iba a matarla. Que supiera por lo menos la razón de su final. Pero ella lo sabía, claro que lo sabía, lo asumía, lo aceptaba. Tanto aliento había gastado en condenarla una y otra vez a la tristeza que tarde o temprano debía haber comprendido que ella iba a rebelarse. Después de todo, nadie puede vivir mucho tiempo soportando una miseria impuesta por una voz, una cruz que uno mismo acepta cargar. Pero ya no quería la cruz. La cruz ya no existía. Sólo estaba el latigazo constante de la voz de la drama queen en sus oídos.
"KILL HER KILL HER KILL HER KILL HER KILL HER!!!!!!"
No podía ser tan difícil. De pronto, lo vió todo tan claro. Aguantó la respiración por un segundo, apretó una vez más el arma, que ya hervía entre sus dedos. Una sonrisa se dibujo en su rostro. Detrás de ese demonio pudo ver luz, sintió el calor, el viento, todo eso que ya poseía y se negaba a tomar. Y entonces ya no quedaban dudas. Vió como la drama queen dejaba de sonreír al darse cuenta de que su prisionera había tomado una decisión. Un solo movimiento, apuntó y apretó el gatillo, haciendo añicos el espejo.

miércoles, 9 de junio de 2010

Ciudad de Napoles

Y si hablamos de costumbre, el costumbrismo es el ismo preferido por todos. Hombres y mujeres de todas las edades. Perros y gatos de todas las calles. Vayamos todos juntos a luchar por un mejor costumbrismo.
Así podría ser presentado este nuevo partido, que de nuevo no tiene nada más que esta pequeña reflexión que mi cabeza empezó a esbozar partiendo de un instante más en la globalización.
Y si de costumbre se habla, digamos que esto no fue más que aquello. Y ahí quedamos. Estancados en esa nada que dejamos mani atada para poder vivir lujuriosos mientras la tormenta se retenga de estallar. Y así andamos. Perdidos y mani atados en la costumbre que nosotros mismos nos generamos, y para salir un poco de la auto culpabilidad, ¿por qué no echarle un poco de esta al sistema, a la vida, a los padres, a la familia?, y dale nomás, dale que va. Todo, absolutamente todo, desde el chiste más ingenuo hasta la autopista más grande refieren a la costumbre y la comodidad. Como si no correr el velo de isis fuera tan gratificante para uno. Y hablemos de uno para no hablar en pos de la humanidad, para no caer en el autoritarismo del que me quejo. Como si esa comodidad y “costumbridad” que dicen brindarte fuese lo que a gritos parada en la esquina pedís. Y no señores. Habría que aprender a leer más los gritos de cada uno. ¿Para qué generalizar y poner en boca de otros lo que tan solo pocos quieren? Y muchos dirán entonces que es imposible brindarle a cada cual lo que a cada cual le toca, que es imposible leer el grito de toda persona a la que se le ocurra gritar. Y acá lo ves, la autopista es la respuesta a la comodidad. Es lo que necesitas, dicen. Lo siento, digo, a mi nadie me pregunto si la necesitaba o estaban generando que la necesite. Nadie me pregunto si yo quería acostumbrarme a viajar parada durante eternas horas que teóricamente iban a ser acotadas, placenteras, didácticas, por que no. Se aprende más en un bondi que en la escuela.
Pero no quiero quedarme en esto, se va al costumbrismo. Dijimos ismo. Sobre esto iba a vomitar. Sobre la costumbre a toda cosa que se nos cruza en el camino. Tenes un pez, te acostumbras a el y cuando muere lloras.¿Por qué lloras? ¿Por que murió? ¿O tan solo por que ya no esta ahí donde tan acostumbrada estabas a verlo? Y así con todo, acostumbrate a sufrir, acostumbrate a llorar, acostumbrate a reír, a comer, a vivir, a caminar, a estudiar y bailar. Acostumbrate a viajar parada y apoyada, ¡y no te quejes! A ver si algún loco te mata?, acostumbrate a ver nenes sin ropa y en patas, acostumbrate a bajar la mirada cuando una autoridad te habla, acostumbrate a rezar y pedir perdón por todos y cada uno de tus malísimos pecados, que dios se enoja y tiene memoria aunque a los 5 años nada hagas. Acostumbrate a respetar a mama y a papa, aunque ellos sean también humanos y a veces no lo hagan. Acostumbrate a saludar y tratar bien a los demás aunque no tengas ganas. Y así desde que te acostumbras a caminar y a respirar todo lo que queda son acumulaciones de costumbres, que como todo en esta vida, y digan lo que diga, le tengan miedo o envidia, todo muere, todo pasa. Todo socava y se acaba. Y si de costumbre se trata es el desarraigo más crudo que uno a veces tiene que transitar. Perder a quién tenes al lado es perder la costumbre de tenerlo, ¿y cuantos lamentos trae eso? Y no es más que eso. Todo pasa por la costumbre, la falta de costumbre, la pérdida de costumbre y sobre todo el miedo a que esto suceda.
El miedo a perder la costumbre y a realizar un cambio radical en algún aspecto de la vida, es lo que mas nos hace aferrar y rectificar en cada nudo que le hacemos a nuestras manos, la vida que llevamos. Que muchas veces es vida cómoda, vida que otro nos fue proporcionando y que por no perderla no fuimos desatando.
Habría que ver qué pasaría si podemos leer a la vida como un sobrevivir a la muerte, y así transformar nuestra contingencia en destino e ir desatando cada nudo acostumbrado que fuimos engendrando. Atrevernos a ver otras verdades más allá de las que nos acostumbramos a ver, ver otras realidades más allá de las que están impuestas. Correr, ver y buscar desde nosotros, sin la costumbre de atar nudos y más nudos a nuestras manos.


y para romper mi costumbre, me personifico diciendo: marina firma

martes, 1 de junio de 2010

Do re mi fa


“Puta, efímera y utópica libertad” Con esa frase cerraba uno de sus derrames verbales mi amiga, la que anda sola en medio de la mar. No sé por qué la frase se quedó atascada en mi cerebro y eligió resurgir una tarde de frío cuando me puse a pensar en qué tanto de efímera, de utópica y de puta tenía la libertad, o “la hermana más hermosa”(que siempre tiene algo de puta), u “organizar una protesta violenta contra la vida lenta”, como cantaba Andrelo. Hacemos tantos esfuerzos por definirla y tan pocos por defenderla cuando, en realidad, es algo demasiado sublime como para sacarle una foto y decir “He aquí la libertad”. Pero vamos por partes. Puta, bien puta la libertad. Casi como la felicidad, la puta que nunca es justa “porque algunos nunca la tendrán”. Pero eso es una contradicción: las putas son accesibles. Son caras, es cierto, pero accesibles, No discriminan en absoluto. Entonces, si felicidad y libertad son las Victoria y Soledad que todos perseguimos, lo justo sería que fueramos a su encuentro con la billetera bien gorda. La libertad no es algo que te llueve, es algo que buscas y que encontrás el día que le pegas una patada a la cárcel, esa cárcel que uno mismo construye y dentro de la cual se instala cómodamente, tragándose la llave. Y tal vez es por eso que es tan efímera. Porque la libertad da miedo. Poder elegir implica que podes gozar o sufrir, nunca es algo neutro. Entonces resulta mucho más cómodo el abrigo de las cuatro paredes moldeadas en nuestra mente, de un yeso sólido compuesto de los mil y un “No puedo” que nos bailan en la cara y nos prometen comodidad, seguridad, la garantía de que hoy va a ser igual que ayer, y mañana igual que hoy, sin sorpresa, sin sobresaltos, sin una puta razón para sentirnos vivos. ¡Qué alegría! ¡Qué placer! ¡Qué engaño! Aceptémoslo aquí y ahora: la libertad es una puta encariñada, nosotros insistimos en que vuelva a deambular por las calles. Y así como viene se va, y nosotros nos damos cuenta de que estamos profundamente enamorados de ella cuando solo podemos verla a través de una luz tenue, del otro lado de nuestro muro, y su cuerpo que alguna vez fue nuestro se aleja. Con qué poco nos conformamos. Ahora bien, la libertad es utópica. Pero, ¿qué libertad? La libertad del hombre en general. Porque en este sistema no somos libres y por más que vengan uno por uno distintos autores a gritarlo en nuestra cara, vamos a seguir aferrándonos al consumo vicioso, porque en él crecimos, porque en él creemos, porque es nuestro Evangelio. En ese sentido es utópica, porque si la libertad individual es puta, la universal es un cafisho y ni siquiera se nos ocurriría meterlo en nuestra cama. Así de simple. Pero queda todavía para cada uno de nosotros la posibilidad de ser libre, aunque sea de a poco, de a ratitos. Y tu forma de libertad no es la misma que la mía, y ni siquiera la mía es la misma año tras año. Cuando era chica la libertad consistía en leer sin ser tildada de tragalibros: esa libertad, jamás la conseguí. Pero yo seguí masticando páginas porque sabía que a algún lado me iban a llevar, y hoy gran parte de mi libertad la tengo gracias a ellas. No hay mejor lima para esos barrotes que las palabras. De más grande, la libertad significó para mí rebeldía, decir NO por decir NO, apartarme de mis viejos, arrancarme a mordiscos el cordón umbilical. Hoy no vivo en una lucha constante contra ese par, porque la libertad para mí significa la armonía, compartir un mate y la tranquilidad de saber que por mucho que yo crezca, frente a ellos sigue estando la misma gordita de anteojos y flequillo que no se despegaba de su muñeco Trapito. Libertad para mí es esto que estoy haciendo, escupir mis ideas, plasmarlas, defenderlas, desparramarlas, que vuelen, corran, salten, griten, canten, bailen, pero que nunca, nunca se callen. La libertad tiene muchas formas, y reconocerla es un arte que se aprende con los años. Por eso da miedo, porque es difusa y a veces se presenta bajo un disfraz que nos cuesta reconocer. La muy turra se escondió detrás de mi absurdo prejuicio hacia esa palabra que tanto temí y esquive (si, la palabra con A) y casi se me escapa, casi, casi. Pero ahí estaba en esta nueva forma, y descubrí lo que es ser libre encadenado a lo que te hace feliz. Paradojas de esa puta que se hace querer, que es puro instinto y también pura alma. No sé que hará el resto, pero yo te amo libertad, y te saco de la calle, y de los besos sin amor, porque te mereces otra cosa. Porque todos merecemos otra cosa y porque ninguno es feliz en el encierro. Te hago mía, libertad: así, puta, utópica y efímera.