martes, 5 de marzo de 2013



 Latinoamérica es una colcha de retazos de colores, un conjunto infinito de jardines perdidos, de gente que sueña sueños y sueños que sueñan gente. Latinoamérica es una tragicomedia de siglos que avanza de a pasos que parecen cortos, pero cada paso deja huellas más profundas. El continente, cuando late, convierte en barro el cemento. 
Latinoamérica huele a vida y a miedo, ese miedo que le han dejado tatuado en las sienes, ese miedo que cada tanto la hace frenar de golpe en su carrera hacia un futuro, ese futuro que tanto amenaza a los que creen ser capaces de detener el tiempo. Latinoamérica también huele a amor, a su gente (sus fueguitos, si se me permite citar a un maestro), a candombes y chacareras, a eternos carnavales. Y sin embargo han aprendido a odiarse tanto entre hermanos porque los han convencido de que el mundo es rubio y europeo. En Argentina, el que en otro país es un triste sudaca, pisotea la dignidad del "bolita", del "paragua", sin pensar que su pie presiona su propio rostro. Pero a pesar de eso, siempre hay quienes entienden esa verdad, la verdad más pura: que Latinoamérica es un atropello de abrazos. Y es por esto que, por sobre todas las cosas, Latinoamérica huele a esperanza.
A Latinoamérica la cantaba Violeta , la escribía Rodolfo, la sigue escribiendo Eduardo. Los comandantes pasan y las revoluciones quedan, aunque más no sea aferrándose con uñas y dientes a la utopía. La certeza de que hay otro mundo posible aquí no se olvida, porque esta tierra fué expulsada del mundo de los menos, de los titiriteros de una realidad mezquina, realidad basura, realidad infierno.
A Latinoamérica le enseñaron que debía ser ciega, sorda y muda. Le enseñaron que su lugar era abajo, y por abajo no entendemos el sur. Por abajo entendemos la mugre y los restos. Pero dejenme decirles, amos y señores de la humanidad entera, que en el suelo hay raíces, hay semillas. Les recuerdo que bajo sus baldosas crecen flores y lo que creen pisar es suelo fértil, tan fertil, que son ustedes los que tienen miedo. Ustedes, que son ni más ni menos que los seres despojados de toda luz que inventaron el terror, que sembraron nuestro suelo de muertos, de madres sin hijos, de hijos sin padres, de ilusiones rotas. ¡Miren!¡Pero miren bien! Los hijos siguen vivos en sus madres, los padres siguen vivos en sus hijos, la sangre en Latinoamérica no mancha el pavimento así nomás. La sangre late con furia, revienta las venas, es la memoria permanente de que hubo vida en el encierro. 
Latinoamérica tuvo hombres y mujeres que no se conformaron con lo posible. Se sabe tanto pero tanto de lo posible...¿Y de lo imposible, qué decimos? ¿Qué hacemos con lo imposible? Esos hombres y mujeres se nos fueron yendo, pero  abrieron laberintos en la tierra. Por esos laberintos nos movemos, recorremos recovecos, nos levantamos porque duelen las rodillas. Sabemos que ya no pueden dormir Nuestros sueños son sus pesadillas.



















http://www.clarin.com/mundo/Hugo_Chavez-Nicolas_Maduro-Maduro-discurso-ultimo_discurso-muerte_3_877142316.html

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