domingo, 8 de mayo de 2011

El problema es que no hay problema.

El miedo y yo, solos en la cama. Pavada de postal intrascendente. Me mira y lo miro, susurra cosas que no quiero escuchar: un poco porque las sé de memoria, otro poco porque me embadurnan los oídos con la brea asquerosa de la soledad.

No me despiertes cuando vengas...y no me hables al oído.

¡Callate!¡No me jodas más! Necesito tantas cosas y al final todo se reduce a la paz, simple paz, sólo paz, la paz que no se encuentra en esta quietud maldita.

Ya no me sirven tus palabras, apagué el sueño demasiado temprano.

¿Será que lo apagué temprano? ¿Será que lo apagó temprano? ¿ Será por vos, por mí, por las mil noches sin dormir, por todo el tiempo que pasé sin leer a Julio, por el flagelo insoportable de escuchar al Flaco? ¿Será porque crecer es una mierda pero nadie se anima a decirlo así, tan categóricamente?
Un mundo perfecto y una vida perfecta. La felicidad más pura. Las noches más alegres, las risas mas risueñas, y bendita sea la boca que da besos. Sobretodo esa boca. Sobretodo esos besos. Y si todo pasa por algo y acá estas y sos la paz que necesito...entonces, ya no tengo nada más que preguntar.
¡Pero no! ¡Guarda ahí! Viene la drama queen, la que creiste haber matado. Herida de muerte, pero vivita y coleando, porque la muy hija de puta no sabe morir. No se siente morir, y se nutre de tu ira y de tu decepción, de tus heridas abiertas, de esta sangre envenenada que hace tanto no podías escupir. Y reventas, ¡si, claro que reventas! Y sos un resto de la nada, y es la hora de dormir abrazada a tus peluches, bien nena, toda nena, tan nena, ultra nena. Nena loca, loca, reventada, paranoica, suicida, delirante, fulgurante, expectante. Eras nena aquella tarde, llorando en la estación, y sos nena una noche como hoy, cuando ya no tenes bombas que ponerle a tu autoestima pero aún así escarbas bien hondo. ¡En algún lado debe haber mugre! Y sí, claro que la hay. Como a todo muñeco de trapo mal cosido, hay que tratarte con precaución. Un apretón de más y se te sale la guata, pero si se te deja sola los perros te ladran, te muerden, te rompen, te descosen, te desgarran. Que miedo dan esos perros. Que miedo dan los abrazos. Que miedo da cuando huís de la jauría fantasma y terminas rapiñando montada a los container el maldito amor que tanto miedo da. La muñeca rota no sabe lo que quiere. Y de pronto se ríe.
Se ríe histérica, un temblor de carcajadas, una pedrada en el alma, un roce de viento. Entiende de pronto que tiene el mundo entre las manos y se emperra en soltarse y perderse. Es entonces cuando se pregunta si acaso le da culpa ser feliz, y en este mundo sentirse culpable por ser feliz está de moda. Da culpa el placer, da culpa relajarse, da culpa gozar. ¡Hay que vomitar ese mundo! Mundo enfermo, mundo podrido, mundo infeliz. Y la gran paradoja de esta historia es que ella NO QUIERE ser como el resto del mundo. Quiere que la vida la despeine y la alborote, que los sueños se encadenen uno tras otro, tras otro, tras otro, y ama andar sin freno porque sólo así se es consciente del aire.
Yo otra vez. El miedo en mi cama. Mi libertad, una puta encariñada vestida a la marchanta, gime en mi corazón. De utopía a realidad se transforma a cada paso, y me ama tanto que dejó de ser efímera, sólo para mí, porque yo se lo pedí. Quiero estar sola con ella, porque sólo así puedo ser yo enterita. Mal cosida pero entera. Menos trapo y más carne. Menos ruinas y más versos. A dormir libertad, que mañana me toca sacarte a pasear como siempre (y tal vez hoy, como nunca). Respiro hondo y, de una patada, expulso al miedo de mi cama.

NO VUELVAS (yo estaré a un millón de años luz)

No hay comentarios:

Publicar un comentario