lunes, 19 de julio de 2010

The cracks in the crystal ball

La vida es como jugarse un picadito en un potrero embarrado (acá es cuando todos se preguntan si desayuné pintura). Potrero embarrado es igual a tropezarse, resbalarse, ensuciarse, pegarse unos cuantos golpes. Y a veces, ni siquiera paró de llover. Y te mojás, y tiritas de frío, y el barro se te cuela en las zapatillas. Pero que yo sepa nadie para de jugar, y todos se divierten, y hasta se diría que está copado jugar con lluvia y embarrarse hasta la frente. Porque no se deja de amar al potrero, aunque no esté llano, aunque no sea pasto cuidadosamente cortado, aunque los arcos sean maderas cruzadas, aunque la pelota esté llena de parches. Lo que te apasiona, no deja de ser una pasión aunque esté un poco roto.
Que levante la mano el que nunca se sintió roto. Bien, me parecía. Porque a todos alguna vez algo nos rompe, sencillamente porque somos pura tripa y corazón (y no hay dos cosas más frágiles que esas)La sensación de estar roto dejá huella en todo el cuerpo y, probablemente, con sólo escuchar la palabra "roto" se nos viene a la mente, como una fotografía, el momento en que nos rompimos o la situación que mejor define ese "roto". Tal vez nos vemos revolcados en un colchón, despeinados, con un hueco en el estómago (y uno aún mayor en el pecho), con un pucho quemándonos los dedos (aunque no fumemos) y con un gusto amargo a licor derritiéndonos la lengua. Completan el cuadro los surcos de las lágrimas en las mejillas, el maquillaje corrido, las ojeras que delatan que no hay sueño, ni consuelo, ni calor. Somos un resto de nosotros mismos, y pocas imágenes son tan tristes como vernos así, como un muñeco de trapo descosido pidiendo a gritos hilo y aguja. Ahora bien, el sentido común (que nunca suele ser tan común y muchas veces ni siquiera tiene sentido) indica que lo roto se tira, que no sirve para nada, que conservarlo no vale la pena y que solo junta polvo. Ahora yo pregunto: si estás roto...¿cuál es el problema? Repito: ¿cuál es? Mirense al espejo y digan: "si, estoy hecho pedazos, pero las hojas tambien son pedazos del árbol y cuando las levanta el viento se hacen remolino, no se quedan quietas, se mueven...Al final, romperse es lo que las hace libres" Entonces se me ocurre que lo mejor que uno puede hacer es sacar a bailar a su propio cadaver, atarle unos hilos, convertirlo en marioneta y sacudirlo de acá para allá, no darle respiro hasta que se ponga de pie. Una vez firme, agitándose solo, vamos a notar que no importan las cicatrices, que las marcas de las quebraduras no hacen más que embellecer ese capricho de alma que somos, que esos cortes profundos no son más que la muestra de que no nos pasamos la vida como juguetes en su caja, sino que estuvimos jugando. Y cuando uno juega, siempre puede llegar a rasparse las rodillas, a sangrar un poco, a caerse de lo más alto. El secreto está en ser como un chico que se golpea, llora un poquito y después sigue jugando como si nada porque jugar es lo único que le importa. Estar rotos es estar vivos. Es llorar una ausencia y a la vez jurar por ese que ya no puede golpearse, romperse, astillarse, que vamos a seguir jugando en el potrero aunque la piel se nos caiga a jirones. Es que te duela un hombre (o una mujer) en todo el cuerpo y aún así ese amor que se te clava en las costillas sea el motor de un redescubrimiento: porque todos sabemos que fuimos alguien sin esa persona, y seguiremos siendo ese alguien después de ella. Es perder, es que las cosas salgan mal, es chocar de frente con la ilusión deshecha y sonreír, llenar el vaso y que la noche con amigos decida por vos. Es amar con locura y tener el valor de soltar la mano. Estar roto es besar el barro del potrero porque este sigue siendo una pasión, con o sin barro. Y nosotros, rotos y mal parados, seguimos siendo nosotros. Tan horriblemente rotos, tan hermosamente vivos.

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