martes, 16 de marzo de 2010

rebelde hasta consigo mismo

No es lo mismo lo que se dice que lo que se piensa o se hace.
¿Por qué nunca se terminó de decir o hacer lo que se piensa?, ¿en dónde queda todo lo que uno piensa?, ¿a dónde va?, ¿queda guardado para salir en algún momento sin que nosotros lo queramos? O sea, ¿saldrá todo eso en algún momento sin que lo pretendamos?
Es muy loco no terminar de expresar lo que se cree en realidad, lo que se piensa. Actuamos atados al que dirán, actuamos atados a lo que está de moda, a lo que te llevan a hacer, a lo que se está acostumbrado. Pero no sé si realmente alguna vez se actúa haciendo lo que uno realmente piensa, lo que realmente siente, ¿de dónde sale y hacia dónde va lo que se siente, lo que se piensa y lo que no se puede concretar?
¿Cómo sabemos si lo que estamos haciendo es lo que realmente queremos? ¿Qué sentimos cuando lo hacemos?, ¿cuál es el momento justo en el que uno dice “SI!!” y siente la felicidad? (o eso que se piensa que es felicidad). Esa extraña sensación que recorre todo el cuerpo, que genera ganas de gritar, de correr, de bailar, de besar. Eso que quiere explotar al mismo tiempo, que quiere romper tus venas, estallar tus huesos y abrir paso a tus poros y salir por la piel. Gritar, correr, bailar, besar. Sin tiempo. De una. Sin importar nada más que ese momento. Tu momento.
Y después resulta casi imposible explicarlo. Pensar en ello no hace que lo vivas tal cual fue, se vuelve algo utópico, algo que no tiene comparación con lo que fue, que no tiene comparación con lo que sentiste, dijiste o hiciste en ese momento. Pero entonces, ¿qué fue eso? ¿Acaso eso es la felicidad?, ¿un momento?, entonces… ¿es que ser feliz se resume a un instante en el que se hace lo que realmente se piensa y se siente?
Simplemente un momento, un algo en el que no sabes bien qué es lo que está pasando, no podes explicarlo. Y no podes parar de reír, y te duele todo por hacerlo. Pero va a pasar. Como todo, sea bueno o sea malo, pasa. Lo recordamos, sí, pero pasa. Aunque pretendamos que quede grabado tal cual fue, que se fije en algún recoveco de nuestra mente, con todo lo que significó, sin evadir ni olvidar detalle. Que quede allí, escondido, para poder ser revivido.
Entonces reducimos felicidad a libertad. A poder hacer lo que realmente se piensa y se siente, guardarlo, encerrarlo, prohibirle la independencia de irse volando para luego poder abrir la jaula con cuidado, dejar pasar lo que fue, darle su lugar, su libertad y transformar un recuerdo en felicidad. Y entonces somos felices. Y somos libres.
¡¡Cuidado!!, quién sabe, quizá fue un orgasmo…


"Le pregunto a mi ser donde quiso ir hoy,por que no le entendi, por que se me escapo, y me resulta cruel que ande sin mi razon. de repente se fue y ya no lo vi màs y a las horas volvio por y la tregua y la paz y no se como hacer pa corregirle el compas"

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