martes, 30 de marzo de 2010

solo es cuestion de que dejes de entender que soy inentendible

En días como hoy le gustaría tener a quién culpar. Si a él a ella a mi al spm o a dios. Pero no cree en dios, ¿o si? No, no cree en dios. ¿Y qué si no hay un dios que quiera ser creído? Qué jodido che. Hubiese estado bueno tener a quien culpar, o tener en quien creer. Pero ni lo uno ni lo otro.

En días como hoy le gustaría no creer que esto siempre vaya a pasar.

En días como hoy le gustaría tener una burbuja que la cubra y haga que tenga una sonrisa cual mariana Fabiáni incrustada entre oreja y oreja. Y que sus dientes se vean así también, no le vengan a querer cagar dándole dientes chiquitos y amarillentos. No, no no. Quiere dientes bien grandotes y blancos, y que las comisuras de sus labios se estampen contra cada lóbulo de sus orejas. Eso quiere.

Pero no se los dieron

En días como hoy quisiera no entender lo que está entendiendo, quizás hay cosas que no duran entonces eternamente. Pero paremos ahí la mano, eso ya lo aprendimos en capítulos anteriores. No importa, el corazón tiene razones que la razón no entiende. ¿Quién dijo eso? No sabe, ahora no le viene a la mente. Malditas lagunas interminables.

En fin, en días como hoy siente que vuelve a ser chiquita y que está empezando a caminar de nuevo. La puta madre que precoz que fue para caminar. La puta madre nunca se termina de empezar de nuevo.

Entonces sus alas comienzan a desplegar y los ve alejarse cada vez más. Se suponía que siempre iban a estar. Pero así como todo, muere. No literal. Pero de alguna manera todo amor sabe acabar. Y se hacia la fuerte y se sentía orgullosa de saberse no participe de ninguna mitología, ni Edipo ni Electra ni freud tienen cabida en este entierro. Sus velas no arden por que creías dueña de una llama no prendida, de una vela no comprada y por ende no soplada. Creíase dueña de una libertad inexistente por no pender siempre del eterno hilo de la sagrada mitología, ni de la griega ni de la trinidad. Y amen a sus pensamientos erróneos y equívocos acerca de la libertad. Parece que al fin y al cabo freud tenía razón. Electra y Edipo existen hasta en dios. Un dios que ya no sabe si cree o si no, pero como dicen parece que existe, no sabe si dios, claro está, pero quien va a negar que Electra y Edipo siempre están. Aferrando sus garras mitológicas llenas de uñas largas a una vida eterna de velas, fogatas, entierros y salvaguardias..

Y sin piedad ni aviso las garras se empiezan a soltar, dejando tras ellas colgajos de piel cortada, rasguños y picadas. Y sangre. Y lagrimas. Y las alas otra vez vuelven a desplegarse, esta vez con más fuerza, y las garras salen volando. Y así.

Y así una vez más.

La continuidad de lo siempre vivido. El eterno retorno de lo reprimido, de lo pasado, de lo olvidado y recordado. De lo ni siquiera experimentado.

Toda la burbuja que antes formó explota con fuerza cuando las alas toman coraje para desprender. Y Edipo y Electra murieron esta vez, sin querer saber que vivieron con sus garras prendidas a la piel. Y el desprender de las garras duele tanto como verlos volar con sus alas, como ver a la burbuja caer. Como ver que en vez de ser ellos los que lloran por que aprendió a volar; es ese cuerpo parado y despreocupado, desprotegido y fingido el que derrama las lagrimas de la muerte de un pasado

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